Cargando...
Hoy, víspera de Navidad, mientras esperamos la Nochebuena, que llegará dentro de unas horas, recordemos una historia de diciembre, la del batallón navideño especializado que llevó a Dinamarca el caos, el pánico, la indignación y el júbilo –según el caso– en 1974.
Ese año, una grave crisis de desempleo ensombrecía el panorama de amplios sectores de la población con despidos masivos y penuria económica, y las festividades tradicionales de Navidad se acercaban en medio de la escasez y la desesperanza.
Entonces, a las 12 en punto del mediodía del 18 de diciembre de 1974, una impresionante armada de cien uniformados procedente del distrito de Christiania descendió en formación compacta de los vagones del ferry de Oslo en la ciudad de Copenhague.
Lea más: Sol Invictus
El plan inicial era entrar camuflados dentro de un enorme «ganso de Troya», que ya estaba construido, pero ante ciertas dificultades técnicas que presentaba la ejecución del Operativo Ganso y que podrían retrasar la toma de la ciudad, el batallón se contentó con arrastrar, tirando de él con fuertes cuerdas, el gigantesco palmípedo artesanal hasta la plaza del Ayuntamiento, en medio del asombro general de transeúntes y vecinos.
Una vez cumplida a cabalidad esta primera misión, los cien papanoeles procedieron a sembrar deliberadamente el desorden a lo largo de los siguientes días, alborotando sin tregua a la indefensa población, patinando a solas o en grupos por las calles y cantando villancicos a voz en cuello, repartiendo libros gratis, llevando serenatas a los asilos de ancianos y visitando las escuelas para jugar con los niños y contarles historias y cuentos de Navidad.
Al comienzo, sus estrafalarias actividades no alarmaron a las autoridades, pareciendo una suerte de brote psicótico de delirio navideño, tan extraño como inofensivo, pero después de los primeros días dejaron de parecerles simpáticas e inocuas, cuando llegó el momento de actuar en serio y los bien entrenados comandos, con sus disfraces reglamentarios blancos y rojos, sus gorros y sus barbas, procedieron a acometer acciones más drásticas.
Lea más: Samurái de ojos azules, regalo de Navidad
Los papanoeles se dirigieron en formación decidida a una de las tiendas más grandes de la ciudad de Copenhague, los famosos almacenes Magasin, entraron, tomaron juguetes, dulces y otras mercaderías de las vitrinas y de los estantes y comenzaron a regalárselos a la gente que recorría los pasillos y salones de la tienda a los gritos de combate de:
-¡Feliz Navidad para todos! ¡Hoy nadie tiene que pagar nada!
Alertados, los guardias de seguridad interrumpieron la magia arrancando por la fuerza los regalos de las manos de la gente. Los administradores llamaron de inmediato a la Policía, y todos los niños rompieron a llorar al ver cómo los papanoeles eran violentamente detenidos y arrestados, y luego arrojados en coches policiales, que desaparecieron de la vista.
Varios de los subversivos papanoeles escaparon y entraron al banco más próximo, donde trataron de tomar cincuenta millones de coronas danesas, exigiéndolas en préstamo para cubrir las urgentes necesidades de la gente. También fueron rápidamente reducidos por las fuerzas del orden y arrestados.
Lea más: Lovecraft les desea Felina Navidad
Los papanoeles subversivos eran anarquistas, miembros del grupo de teatro experimental Solvognen, creado en 1969, con sede en Christiania, que habían decidido realizar una protesta de varios días contra el desempleo que sumía en la precariedad y el desaliento a tantos de sus compatriotas.
Fotos de policías maltratando papanoeles llenaron las primeras planas de los diarios, y los medios de prensa en inglés los bautizaron como «The Santa Claus Army», el Ejército de Santa Claus. No solo porque su protesta fue realizada durante el mes de diciembre, sino porque con sus acciones habían querido recordarle al pueblo danés el verdadero sentido de la Navidad, y compartir con todos una celebración que les permitiera olvidar la esclavitud del dinero.
Lea más: El Ejército de Santa Claus
Los papanoeles arrestados por la Policía resultaron ser artistas de todas las edades y sexos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos. En los meses siguientes, se desató en los periódicos y en los círculos intelectuales daneses un acalorado debate sobre los límites y la naturaleza del teatro, sobre su incidencia fuera de las tablas, sobre la licitud o ilicitud de la misma, y sobre la libertad de expresión y sus eventuales peligros para la democracia.
Por su parte, el Ejército de Santa Claus explicó después que nadie había robado nada: que solo estaban devolviéndoles a los trabajadores parte de los juguetes y de los obsequios que ellos mismos habían fabricado, aunque no tuvieran dinero suficiente para comprarlos.
*Esta historia fue publicada originalmente en El Suplemento Cultural de ABC Color.