La forma de operar es ya estándar: recibidos por funcionarios o alcaldes, varios delegados ataviados con vistosas prendas de color azafrán del inexistente país de Kailasa firman memorandos de entendimiento que prometen colaboración.
Nithyananda y sus seguidores utilizan luego las cartas, con sellos y firmas oficiales, para proclamar en las redes sociales el establecimiento de relaciones bilaterales.
La página web del falso estado afirmó el pasado 24 de noviembre, gracias a la firma de uno de estos documentos en un pueblo de Ghana, la “extensión de su red diplomática global” al “reforzar los vínculos” bilaterales con el país africano.
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La reacción de los oficiales involucrados, una vez destapado el escándalo y cuando las críticas comienzan a arreciar, es también ya estándar: negar que el documento sea oficial, o rescindirlo en su caso, y esperar a que pase el temporal.
Paraguay y Kailasa: una dimisión y un bochorno considerable
Un episodio con Paraguay le costó la dimisión al jefe de gabinete del Ministerio de Agricultura, Arnaldo Chamorro, y un bochorno considerable a las autoridades de la ciudad estadounidense de Newark a comienzos de este año, tras hermanarse con el estado falso.
Naciones Unidas tuvo que salir a explicar que la presencia en un evento en Ginebra de delegados de Kailasa, estado que afirma representar a 2.000 millones de hindúes y contar con su propio banco central entre otras formalidades, no implica reconocimiento.
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Una contribución del falso estado relativa al derecho a la educación, accesible en una de las páginas web de la ONU, menciona de pasada los poco exitosos esfuerzos de la administración local en la localidad india de Bidadi a la hora de investigar, en 2013, la educación recibida por los menores en el santuario de Nithyananda.
La carrera del gurú de Kailasa, Nithyananda, acusado de violación
La carrera de este gurú, nombrado Rajasekar al nacer en 1978, se remonta a hace varias décadas, cuando ya en los años 2000 se reivindicaba como fundador de una institución religiosa establecida en Tiruvannamalai, en el estado sureño de Tamil Nadu.
Una discípula de Nithyananda acusó al supuesto gurú de violación en 2010. Indicativo del atasco en el sistema judicial indio, los cargos formales contra el santón no fueron presentados hasta 2018, año en el que éste huyó de la India.
Es lo que el santón hindú calificó entonces como un “intento de crear una atmósfera de odio” hacia él, al denunciar en 2012 a tres personas, incluyendo a Lenin Karuppan, su antiguo ayudante y clave en dar voz a las denuncias de violación.
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La mujer víctima de abusos, graduada en ingeniería y con estudios de posgrado realizados en EE.UU., conoció al santón en 2004 durante una visita a la ciudad sureña de Bangladore. Fue allí donde quedó fascinada, según explicó su propio abogado, por una clase televisada sobre meditación que la movió a contactar con Nithyananda y convertirse en último término en su secretaria personal.
El santón “estaba en posición de dominar la voluntad de sus discípulos y ella no fue la excepción. Su proximidad (...) resultó en última instancia en él esclavizando su cuerpo y su mente”, según los documentos legales del caso.
Lenin, seguidor de Nithyananda desde 2006, afirmó por su parte tener sospechas crecientes del interés del santón, supuestamente célibe como manda la tradición de los renunciantes en el país asiático, y confirmó sus sospechas con una de las víctimas y las reveló públicamente.
Los abusos de la histórica relación entre gurú y estudiante, caracterizada por la convivencia prácticamente familiar en la que el devoto estudiante vive con su maestro, no son desconocidos en la India.
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Uno de los casos más sonados en los últimos años es el de Gurmeet Ram Rahim Singh, condenado en 2017 a diez años de cárcel por violación entre los graves disturbios protagonizados por sus seguidores, que dejaron casi 40 muertos.
Tampoco lo son los ‘falsos gurús’, con hordas de afluentes seguidores occidentales y nativos retratados por películas como ‘Mohalla Assi’ (2018) en las estrechas calles de la ciudad de Benarés.