“Estoy en el Holocausto”: el terror de los israelí-argentinos víctimas de Hamás

JERUSALÉN. “Siento que estoy en el Holocausto”, dijo Jazmín Kofman la última vez que habló con su hermana por teléfono, antes de desaparecer junto a su familia a manos de los milicianos de Hamás que masacraron y secuestraron civiles en Israel. Una historia de terror contada por familiares de los 22 israelíes de origen argentino que han muerto o desaparecido en esta guerra.

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Como cada sábado en el kibutz israelí de Beeri, a unos 5 km de la Franja de Gaza, Kofman y su familia celebraban el shabat -día sagrado para los judíos- el 7 de octubre, cuando las sirenas antiaéreas empezaron a sonar.

Acostumbrados a los cohetes que suele lanzar el movimiento islamista Hamás, que gobierna de facto en Gaza, siguieron el protocolo y se refugiaron en sus búnkeres. Pero no estaban preparados para el horror que siguió.

Al menos cinco milicianos armados rodearon su casa, entraron al salón y forzaron la puerta del refugio donde Kofman -de 51 años- estaba escondida junto a su esposo y sus hijas de 22 y 15 años. Todo eso ocurrió mientras mantenían una llamada telefónica con sus familiares.

"Se escuchó árabe, ruidos... y luego más nada", relata Dalia Fishman, gemela de Kofman, atormentada por la última conversación que tuvo con su hermana: "Siento que estoy en el Holocausto. No puedo hablar, estoy en el refugio, estoy escuchando a los nazis que me vienen buscar", le dijo.

Hasta el momento no se ha hallado el paradero de Kofman y su familia.

"UNA MASACRE"

Siete civiles latinoamericanos han muerto en la guerra, todos ellos argentinos, y se confirmó que al menos dos mexicanos fueron tomados como rehenes, según cifras oficiales israelíes a las que EFE tuvo acceso. Otros 25 latinoamericanos permanecen desaparecidos, entre ellos al menos 15 argentinos.

Hasta ahora, más de 3.000 personas han muerto en ambos lados de la frontera desde el comienzo de esta guerra.

Aquel sábado en que Israel sufrió el sorpresivo ataque de Hamás, más de 1.000 milicianos lograron atravesar el muro fronterizo y llegar hasta las numerosas localidades israelíes que rodean la Franja de Gaza, los llamados kibutz, comunidades mayoritariamente agrícolas en donde residen muchas personas de origen latino.

Solo en el kibutz de Kofman se han hallado más de 100 cadáveres, mientras fuentes médicas y militares denunciaron una "masacre" en la zona, minada de cuerpos mutilados y quemados, incluyendo de niños, ancianos y mujeres.

Otra de las comunidades más afectadas es la de Kfar Aza, donde los periodistas pudieron constatar la masiva destrucción mientras los soldados israelíes, usando tapabocas, recogían varios cadáveres esparcidos en los jardines de las casas con ventanas rotas y muros agujereados por disparos en ráfaga.

"IMPOTENCIA"

Orly Pinko y David Shwartzman fueron asesinados en Kfar Aza. Su prima Yafi Shpirer, judía de origen argentino, cuenta la tragedia de haberlos perdido junto a otro sobrino, Tomer Shpirer, de 35 años y asesinado mientras andaba en bicicleta por su kibutz, Mefalsim.

"Cuando llamé a Orly no hubo respuesta, algo muy habitual en ella", cuenta Shpirer. Luego, su cuñado -que integra una unidad de rescate del Ejército- le dijo que el teléfono de Tomer llegó a manos de milicianos: "Nos contestaron en árabe tres veces y luego no contestaron más", le dijo.

El coche de Tomer fue hallado baleado con rastros de sangre, y la esperanza de encontrarle con vida se desvaneció cuando los servicios de emergencia que recogieron los cadáveres reconocieron en una foto de él, vistiendo ropa de ciclista.

Itzik Horn es padre de Yahir y Eitan, ambos aparentemente secuestrados por Hamás en el kibutz de Nir Oz. Cuando transcurrió un día sin saber de ellos, supo que algo horrible había pasado.

"Los padres tenemos esa sensación rara en el estomago", dice Horn con la voz entrecortada. "Llamé al mejor amigo de Yahir y me dijo que no estaban. Yo entendí rápido, pero viste cuando vos no querés entender lo que entendiste".

Sin hallar sus nombres entre los muertos o heridos, interpuso una denuncia ante la Policía, que aún no confirma su secuestro.

"Lo peor de todo es la sensación de impotencia, no saber qué pasó con tus hijos", dice antes de cortar la entrevista para refugiarse en un búnker, ante el inminente ataque con cohetes de Hamás en Ashkelón, ciudad en la que vive.

Muertos o secuestrados, "no sé que es peor", confiesa Fishman, prima de Jazmín, al asegurar que teme por la vida de los rehenes en Gaza, que podrían morir por fuego israelí.

Hamás aseguró que al menos cuatro rehenes habían muerto por los bombardeos de Israel, y amenazó con ejecutar públicamente al resto si continuaban los ataques indiscriminados y previo sin aviso sobre Gaza.

Aunque no hay indicios de una negociación entre Israel y Hamás sobre un intercambio de rehenes por presos palestinos, Fishman está a favor.

“Por mí, que den hasta el último preso de acá. Si mi familia está allá, quiero que me los devuelvan”, asegura, al cuestionar si el gobierno israelí “va a hacer algo para sacarlos o no”.

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