Francisco llegó este viernes a Mongolia, aunque descansó el primer día del largo viaje de casi 10 horas, para llevar su cercanía a este pequeño “rebaño” de una Iglesia que prácticamente nació en 1992, tras la caída del comunismo, y que hace 20 años contaba con 300 bautizados y ahora representa el 0,04 % del país.
En la catedral de San Pedro y Pablo, el papa les pidió: “Alzando la mirada a María, serán fortalecidos, viendo que la pequeñez no es un problema, sino una respuesta. Sí, Dios ama la pequeñez y le gusta hacer obras grandes a través de la pequeñez”.
“Hermanos, hermanas, no tengan miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan, de la relevancia que no aparece. No es este el camino de Dios”, agregó al clero de este país.
La catedral, construida como un pequeña iglesia en 1996 y reconstruida en 2006 con la forma de las yurtas o ger, las tiendas circulares típicas del Asia central y donde siguen viviendo en Mongolia, tiene capacidad para unas 500 personas y también cuenta con las oficinas administrativas de la Prefectura Apostólica y una biblioteca.
Francisco escuchó los testimonios de una misionera, un sacerdote y de una catequista y elogió que “han dado vida a una múltiple variedad de iniciativas caritativas que absorben la mayor parte de sus energías y reflejan el rostro misericordioso de Cristo buen samaritano”
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