El avión papal aterrizó esta mañana en Ulán Bator, la capital del país, donde Francisco fue recibido por un séquito de guardias de honor mongoles con vestimentas tradicionales de color azul, rojo y amarillo.
Durante el trayecto, mientras cruzaba China, Francisco envió un telegrama con “plegarias” y “buenos deseos” a su presidente, Xi Jinping, informó el Vaticano, siguiendo la tradición de mandar agradecimientos a los países que sobrevuela el avión papal.
La visita, la 43ª que realiza Francisco en sus más de diez años al frente de la Iglesia católica, es también crucial para las relaciones del Vaticano con Pekín y Moscú, adonde el papa no fue invitado aún.
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El viaje del pontífice argentino de 86 años, previsto hasta el lunes en este país de mayoría budista, es un gesto de apoyo a la pequeña comunidad católica local, que cuenta con unos 1.400 fieles entre una población de más de 3 millones de personas.
Es la segunda visita de Francisco a Asia central en un año, después de la efectuada a Kazajistán en septiembre de 2022. En el contexto actual, tiene un valor estratégico especial.
“Es un esfuerzo claro de la Santa Sede por ocuparse de Asia Central y no abandonarla a Rusia o China”, dijo Michel Chambon, especialista en las comunidades católicas en Asia.