Como cualquier párroco, el papa se acercó a estos confesionarios especiales y modernos, ya que son estructuras sencillas de conglomerado de madera reciclada con un banco para el confesor y el fiel, pero sin separaciones, ni rejillas que impidan verse para facilitar el contacto y la acogida.
Aunque habían preparado un confesionario con una silla blanca para el papa, este prefirió mayor intimidad y eligió otro fuera de la vista de las cámaras.
El primero que acudió a confesarse fue el joven español Francisco, de 19 años, y después Yesvi, de 33 años y de Guatemala. Finalmente, le tocó el turno a Samuel, italiano de 21 años .
El papa se detuvo varios minutos con ellos, para después ir al centro de Caridad de Serafina.
En estos días, miles de jóvenes se han puesto a la cola, divididos en filas según el idioma en el que quieran confesarse, para poder acceder a los confesionarios.
Los 150 confesionarios fueron construidos por presos de las cárceles de Paços de Ferreira, Oporto y Coimbra, en el norte y centro del país, que según medios locales, cobraron 5,50 euros por hora de trabajo.