En el sector de bienvenida se ubicó una placa con los nombres de las 85 víctimas fatales y cerca de ella un visor de vidrio que permite observar parte de los escombros de la sede de la AMIA. En todo el memorial se distribuyeron de forma regular 85 estacas verticales de acero inoxidable de 3 metros de altura, que representan a cada una de esas personas.
“Comenzamos a habitar hoy un nuevo sitio de memoria, levantado a partir de la huella de los escombros, como una metáfora perfecta de un intento de destrucción que no pudo vencernos. Nuestra misma presencia hoy aquí, es una prueba que no nos vencieron”, dijo el presidente de AMIA, Amos Linetzky, en el acto de apertura de la plaza, donde también estuvieron presentes autoridades del gobierno capitalino y de la Universidad de Buenos Aires, por ser un proyecto conjunto.
La obra está implantada de manera tal que no altera la estructura de los escombros ni del espacio verde que los envuelve y está ubicada entre la Ciudad Universitaria y el Parque de la Memoria, que recuerda a las víctimas de la última dictadura militar (1976-1983).
Además, un anfiteatro pensado para convocar al encuentro y a la reunión de las personas consta de una estructura de hormigón de forma circular y una pasarela, que -desde su extremo sobre el río- permite tener una perspectiva amplia del Memorial.
Ataque a la AMIA
“Solemos decir que, por el atentado a la AMIA, los conceptos de memoria y justicia son dos caras inseparables de la misma moneda. Porque mientras vivamos con impunidad, lamentablemente no podemos concentrarnos únicamente en el homenaje, sino que tenemos que mantener vivo el reclamo de justicia”, enfatizó Linetzky en su discurso.
El 18 de julio de 1994, un coche bomba arrasó con la sede de la AMIA del barrio de Once de Buenos Aires, un hecho que aunque es atribuido a miembros del entonces Gobierno de Irán y de la organización islamista libanesa Hizbulá.
Hasta ahora no cuenta hasta ni con detenidos ni condenados, a pesar de seguir vigentes diversas órdenes internacionales de arresto.