La lapidación del diablo marca el inicio de la fiesta del Eid al-Ada (celebración del sacrificio) cuando los musulmanes compran y matan animales para conmemorar la disposición de Abraham de matar a su hijo.
Posteriormente, los peregrinos regresan a La Meca para la despedida, llamada “tawaf” , y caminan siete veces alrededor de la Kaaba, el enorme cubo negro de la Gran Mezquita que es el punto focal del islam.
El hach comenzó el pasado domingo en la Gran Mezquita de La Meca, el sitio más sagrado del islam y el martes se hicieron las oraciones en el monte Arafat, donde se cree que el profeta Mahoma realizó su último sermón.
Al amanecer, cientos de miles de fieles comenzaron a lanzar piedras a los tres monolitos de concreto que representan a Satanás, el último gran ritual de la peregrinación, celebrada bajo intenso calor.
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Los peregrinos caminaron a Mina, cerca de La Meca, un día después de soportar 48 ºC de temperatura al orar durante horas en el monte Arafat.
“No volveré a hacer el hach hasta que lo hagan en el invierno”, dijo Farah, una tunecina de 26 años, sobre el ritual que sigue el calendario lunar y coincide con el verano. “Mi cuerpo se derrite”, expresó.
Más de 1,8 millones de peregrinos, en su mayoría del exterior, participaron en el primer hach sin restricción de número desde 2019, antes de la pandemia, cuando llegaron 2,5 millones.
La cantidad de participantes, anunciada el martes por las autoridades sauditas, es inferior a sus expectativas de superar la cifra de 2019.
El hach es una fuente de prestigio e ingresos para Arabia Saudita, que intenta diversificar su economía dependiente del petróleo con otras actividades, como el turismo.