“Sáhara verde” se confirma por yacimientos en el norte de Marruecos

RABAT. El Sáhara no fue siempre un desierto. Pasó por épocas en las que tenía un cordón de lagos, cuencas fluviales y praderas que conformaban un paisaje amable para la expansión humana. Un proyecto arqueológico hispano-marroquí que excava desde hace 17 años en el norte de Marruecos confirma esta teoría del “Sáhara verde” y apunta a que los primeros humanos se expandieron más rápido de lo que se creía.

ruinas de las fortalezas de Djado, ubicadas a más de 1.300 km de Niamey, en el noreste de Níger.
ruinas de las fortalezas de Djado, ubicadas a más de 1.300 km de Niamey, en el noreste de Níger.030030+0000 SOULEYMANE AG ANARA

En las hoy tierras áridas de la región de Jerada, en el extremo noreste del país magrebí, un equipo del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES) y otro de la Universidad Mohamed V de Uxda han excavado desde 2006 decenas de yacimientos con restos de animales y a veces presencia humana, que van de los 2,5 millones a los 10.000 años de antigüedad.

En los diferentes yacimientos aún no se han encontrado restos humanos, pero sí pruebas de su presencia: herramientas de piedra y también marcas dejadas por esos utensilios en huesos de animales.
En los diferentes yacimientos aún no se han encontrado restos humanos, pero sí pruebas de su presencia: herramientas de piedra y también marcas dejadas por esos utensilios en huesos de animales.

Los hallazgos confirman que en esta zona ahora fronteriza con el Sáhara, limítrofe con Argelia, deprimida y exminera, hubo de forma cíclica una sabana verde por la que corría el “hipparion”, un antepasado del caballo con tres pezuñas; el “dinofelis”, una especie de tigre con dientes de sable, o un macaco antepasado de los de Berbería que data de 2,5 millones de años.

“Sáhara verde” con herramientas de hace 1,5 millones de años

En los diferentes yacimientos aún no se han encontrado restos humanos, pero sí pruebas de su presencia: herramientas de piedra y también marcas dejadas por esos utensilios en huesos de animales.

Algunos de estos hallazgos ya están datados y son de hace 500.000 años, la misma época que los testimonios humanos más antiguos encontrados en Argelia o en los yacimientos cercanos a la ciudad marroquí de Casablanca.

Pero otros están aún pendientes de análisis y los investigadores creen que, por la morfología de las herramientas, podrían remontarse a más de 1,5 millones de años.

La fecha se aproximaría a los 3 millones de años de los restos de antepasados del hombre hallados en Kenia y Tanzania, o a los 7 millones de Chad, unas zonas consideradas como la cuna de la raza humana.

Para el arqueólogo especializado en evolución humana y director del IPHES, Robert Sala, que lidera el proyecto, lo encontrado en Marruecos confirma que “cíclicamente el Sáhara desaparece como desierto y hay conexiones a lo largo y ancho del continente”, lo que permitió que “los humanos se expandieran con mucha rapidez” y, de hecho, “más rápido de lo que se pensaba”.

“Sáhara verde”, quizás la cuna abarque toda África

“De momento seguimos hablando de cuna (de la humanidad) en el este y en Chad”, afirma Sala a EFE en Rabat, aunque añade que “poco a poco se va viendo que quizás la cuna sea muy grande y abarque toda África”.

“Va a ser muy difícil -indica el arqueólogo- saber dónde está el principio. De momento lo más antiguo está en el este de África, pero estamos convencidos de que con un poco de tiempo y de trabajo podremos demostrar que aquí (en Marruecos) es tan antiguo como allí”.

La teoría más extendida es que los humanos aparecieron en el este de África y se propagaron desde allí hacia el norte por el Sáhara, por un lado, y por el valle del Nilo también hacia el norte, por otro. Estos últimos grupos de humanos fueron los que llegaron a Asia y Europa y no hay evidencias por el momento, afirma Sala, de que “cruzaran el estrecho de Gibraltar”.

Sala y su equipo retomaron las excavaciones en 2022, tras la pandemia, pero este año aún no han podido hacerlo por falta de permisos. Su intención es llevar a cabo una nueva campaña en otoño, que duraría entre 15 y 20 días y en la que pueden llegar a participar entre 15 y 30 personas.

En espera de las dataciones pendientes, el arqueólogo confía en poder continuar con las excavaciones para avanzar en el conocimiento de los orígenes del hombre, pero también para ayudar a la sociedad de Jerada, una zona agrícola y ganadera deprimida. “Queremos que el patrimonio y la arqueología sirvan para que la región pueda avanzar”.

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