Enarbolando banderas arcoíris, unas 30.000 personas desfilaron por las calles de Jerusalén, batiendo un récord desde 2016, según los organizadores.
“Frente al gobierno más homófobo de la historia, debemos ser una muralla para impedir que se prohíban nuestros derechos y luchar por la igualdad de todos”, declaró Yoray Lahav-Hertzano, un diputado de centro, abiertamente homosexual, que participó en la manifestación.
El gobierno formado por el primer ministro Benjamin Netanayahu a finales de diciembre del año pasado es uno de los más conservadores de la historia del país, y varios de sus miembros se declararon homófobos.
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En Jerusalén, una ciudad santa para judíos, cristianos y musulmanes, las personas del colectivo LGTB+ (lesbianas, gays, trans y bisexuales) se suelen quejar de que la sociedad no las acepta.
Según la policía, unos 2.000 agentes fueron movilizados y tres personas -sospechosas de haberse “expresado de forma amenazante respecto a la marcha”- fueron detenidas antes del desfile.
En una pequeña contramanifestación que tuvo lugar al otro lado del cordón policial, una pancarta expresaba rechazo ante la marcha “de la abominación”, constataron periodistas de AFP.
El 30 de julio de 2015, durante la marcha del Orgullo en Jerusalén, un judío ultraortodoxo apuñaló a una adolescente, Shira Banki, que murió días después. Otras seis personas fueron heridas.
El agresor había salido de prisión unas semanas antes del ataque, tras haber cumplido una pena por herir a tres personas en la marcha del Orgullo de 2005. Fue condenado a cadena perpetua.