El desprendimiento del “material pétreo” -algunas piedras grandes- se produjo a última hora de la tarde del pasado viernes, en torno a las 19:30 horas locales (17:30 GMT), cuando la catedral acababa de ser cerrada a los fieles y al público, explicaron hoy sus responsables.
El director general de la Obra de Santa María del Fiore, Lorenzo Luchetti, reconoció en un comunicado que los fragmentos llegaron incluso a las escaleras internas de la cúpula, las que cada día usan cientos de visitantes para ascender hasta su mirador.
“Una primera supervisión, inmediatamente después del suceso, no ha evidenciado riesgos para el monumento”, apuntó.
Durante la madrugada siguiente al suceso, los expertos de la catedral llevaron a cabo un control técnico que "permitió excluir la posibilidad de nuevos desprendimientos", por lo que se decidió reabrir las puertas del templo debido a la "total ausencia de riesgo para el personal y para el público".
Los responsables de la Obra de Santa María del Fiore, el ente que gestiona la catedral, la cúpula de Brunelleschi, el campanario de Giotto, el baptisterio y el museo, recordaron que el mantenimiento de este patrimonio es la principal partida de sus inversiones.
El gasto oscila cada año entre los 7 y los 10 millones de euros, mientras que dos veces al año, al inicio y al final del invierno, se controlan 40.000 metros cuadrados de superficie exterior de todos los monumentos del “Duomo” florentino, incluida la cúpula.
En los últimos años la histórica Florencia, cuna del Renacimiento, ha registrado eventos similares.
El 19 de octubre de 2017 un turista español de 52 años murió al ser golpeado por una piedra caída del techo de una de las naves de la basílica de la Santa Cruz.