“Estamos siendo testigos de la peor inundación del río Shabelle de los últimos treinta años, y la situación de muchas familias desplazadas es muy precaria”, dijo el director de los programas de la FAO en Somalia, Ezana Kassa, en un comunicado.
"Sus medios de subsistencia han sido destruidos y el riesgo de enfermedades transmitidas por el agua está en aumento", añadió Kassa.
Así, la ministra de Asuntos Humanitarios y Desastres del estado de Hirshabelle, Asha Khalif Mohamed, hizo “un llamamiento a la comunidad internacional para que brinde asistencia urgente a la gente de (la ciudad de) Belet Weyne y las regiones afectadas por las inundaciones”.
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"Necesitamos estar listos para traer lo que la gente necesita tan pronto como las aguas empiecen a retroceder, prevenir brotes de enfermedades y ayudar a las personas a recuperarse a través de ayudas para restaurar sus medios de vida", agregó.
Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), las personas desplazadas proceden sobre todo de la ciudad de Belet Weyne (perteneciente al estado de Hirsahbelle), que ha quedado cubierta de agua en un 79 %.
Las intensas lluvias que provocaron esas inundaciones llegaron después de que la región sufriese la peor sequía registrada en el Cuerno de África de los últimos cuarenta años, una escasez de agua que dejó a Somalia al borde de una hambruna y con 6,6 millones de personas en una situación de inseguridad alimentaria aguda.
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La FAO, que considera a Somalia uno de los países más vulnerables a la crisis climática, señaló que, según los pronósticos científicos, los impactos relacionados con el clima "aumentarán en frecuencia" en el país africano.
Por lo tanto, esta organización de la ONU no sólo pidió apoyo inmediato para las poblaciones afectadas, sino también más inversiones a largo plazo, incluidas “iniciativas sólidas para la gestión de las inundaciones y la mitigación del impacto de la crisis climática en las poblaciones más vulnerables”.