El hombre de 26 años, identificado como Mario G., admitió en el juicio haber inyectado sedantes a los pacientes en un hospital de Múnich para tener mayor tranquilidad en sus turnos.
El condenado, antes de que empezase a trabajar en el hospital de Múnich, era conocido entre sus amistades como alguien con una intensa vida nocturna y un alto consumo de alcohol.
Pese a su nuevo empleo, todo apunta a que Mario G. siguió con su modo de vida y con frecuencia llegaba con resaca al trabajo y se molestaba cuando los pacientes estaban muy activos y requerían sus servicios por lo que recurría a los sedantes.
Enzenberger sobrevivió, después de haber sido trasladado a cuidados intensivos, pero otros dos pacientes, en cambio, no corrieron la misma suerte.
Tras el caso de Enzensberg, que inicialmente pareció no tener explicación, un médico buscó otros casos similares y comprobó que en todos los casos Mario G. había sido el enfermero de guardia lo que, después de que fuera comunicado a la fiscalía, dio inicio al proceso.
Durante el juicio Mario G. fue interrogado acerca de lo que hubiera hecho de no haber sido detenido y admitió que hubiera seguido procediendo del mismo modo con los pacientes.