“No han sido estos años tiempos fáciles”, dice el mandatario en el video en el que anuncia su decisión de no ir a las elecciones de octubre: la altísima deuda que reitera recibió del anterior Gobierno, la pandemia de la covid-19, los efectos de la guerra de Ucrania y la grave sequía que vive el país han sido algunos de sus grandes caballos de batalla.
Pero a nadie le escapa que el progresivo deterioro de su relación con el sector kirchnerista del oficialismo, liderado por la poderosa Cristina Kirchner, la vicepresidenta, ha sido su mayor piedra en el zapato, una particular batalla interna de la que no ha salido indemne.
Reconciliación
Apenas cinco meses antes de vencer en las urnas, este abogado amante de la guitarra e hincha de Argentinos Juniors no entraba en ninguna quiniela para llegar a la Casa Rosada.
Ex jefe del Gabinete del fallecido Néstor Kirchner (2003-2007) y de los primeros meses del Gobierno de Cristina, su viuda, Alberto estuvo años fuera de la primera línea política, hasta que en 2019 la expresidenta lo anunció como su candidato a presidente, con ella como segunda.
Convencido de que solo un peronismo unido podría desbancar al entonces mandatario, el liberal Mauricio Macri, Fernández no dudó en limar con su vieja amiga las asperezas que le habían llevado a salir abruptamente de su Gobierno en 2008.
Juntos fueron los más votados en las primarias de agosto de 2019, superando por 16 puntos a un Macri desgastado por la recesión iniciada en 2018; victoria que se confirmó en las generales de octubre.
Una combinación que muchos alertaron sería explosiva.
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La tortuosa pandemia
Desde el inicio de su mandato, Alberto, que siempre fue señalado por la oposición como 'títere' de Cristina, se propuso poner a Argentina "de pie" con especial atención en los más desfavorecidos.
Fundamental era controlar la devaluación del peso -que en la práctica, pese a endurecer las restricciones para comprar dólares, no logró controlar-, domar la inflación -que ya supera el 100 % anual- y llegar a un acuerdo para reestructurar la deuda, que sí fructificó.
También las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para refinanciar el millonario crédito otorgado durante el mandato de Macri. Un acuerdo que generó enormes tensiones con el kirchnerismo, muy crítico con el organismo.
La irrupción de la pandemia cambió sus planes iniciales. Las medidas decretadas para evitar la propagación del virus evitaron el colapso sanitario, pero fustigaron más aún la economía.
Su Gobierno se vio obligado a repartir millonarios subsidios a empresas y familias para evitar la hecatombe social. No fue hasta cruzar el ecuador de su mandato que se superó la recesión, aunque las cifras de pobreza siguieron siendo elevadas.
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Vocación política
Hijo de Celia Pérez -hermana del fotógrafo personal del expresidente Juan Domingo Perón- y su primer esposo, Alberto siempre consideró su verdadero padre al segundo marido, un juez hijo de un senador provincial de la Unión Cívica Radical (UCR), histórico partido adversario del peronismo.
Atraído por la política desde los 14 años, Fernández cursó secundaria en el colegio público Mariano Moreno, donde fue delegado de la Unión de Estudiantes Secundarios, de tendencia peronista.
Ya a principios de los 80 se tituló en Derecho y, con la última dictadura (1976-1983) agonizando llegó a liderar la juventud del Partido Nacionalista Constitucional, fundado por el derechista Alberto Asseff.
Con Raúl Alfonsín como primer presidente de la actual democracia, fue subdirector general de Asuntos Jurídicos del Ministerio de Economía y, después, el presidente peronista Carlos Menem le nombró superintendente de Seguros de la Nación, puesto que ocupó hasta 1995.
Ya distanciado de Menem, Fernández, también profesor universitario, inició el siglo XXI como diputado en Buenos Aires y fue de los primeros en acercarse a Kirchner, quien desde 1991 era gobernador de la sureña provincia de Santa Cruz.
El kirchnerismo
Alberto formó parte del "Grupo de Calafate", que buscaba apoyar primero la candidatura presidencial de Eduardo Duhalde y más tarde la de Kirchner.
Pero la crisis de 2001 propició la renuncia del radical Fernando de la Rúa y llevó a Duhalde a ocupar la jefatura de Estado de forma provisional, hasta que en 2003 llamó a elecciones y Kirchner, que había confiado en Fernández la jefatura de su campaña, acabó ocupando la Casa Rosada.
En esa primera etapa kirchnerista, fue clave su participación en las negociaciones para cancelar en 2005 la deuda que el país arrastraba con el FMI.
El fin de la relación de Fernández con los Kirchner llegó en 2008, cuando Alberto renunció como jefe de Gabinete tras el conflicto que enfrentó a productores agropecuarios con el Ejecutivo.
Tras aquello, Fernández criticó duramente en innumerables ocasiones la gestión de la expresidenta, hasta que una reconciliación le colocó para siempre en la historia argentina.