Las declaraciones de los testigos pusieron de manifiesto las dimensiones del horror del campo, situado en la Polonia ocupada, donde murieron más de un millón de personas -la mayoría judíos- y que se ha convertido en símbolo del Holocausto con más de 6 millones de víctimas.
Al final del proceso seis de los acusados fueron condenados a cadena perpetua, tres fueron absueltos. Los otros fueron condenados a diversas penas.
La acusación tenía 700 páginas y sería la base para un proceso que tardaría tres años en completarse y en el que fueron llamados a declarar 360 testigos, de los que 211 eran supervivientes de Auschwitz.
El cerebro e impulsor de los procesos de Auschwitz fue el entonces fiscal general del estado federado de Hesse, Fritz Bauer, que tuvo que enfrentar mucha resistencia durante unos tiempos en los que muchos alemanes todavía se negaban a enfrentarse con los crímenes del nacionalsocialismo.
"Cuando salgo de mi despacho me encuentro en territorio enemigo", dijo una vez Bauer en una frase que se ha recogido en libros, exposiciones y películas dedicadas a él.
Durante los procesos de Auschwitz, e incluso antes, Bauer recibió cartas anónimas que estaban llenas de insultos, amenazas y acusaciones de estar recurriendo a "típicas mentiras judías".
Sin embargo, Bauer no apareció personalmente como acusador en el proceso, sino que encargó el trabajo a fiscales jóvenes.
Uno de ellos, Gerdhard Wiese, está todavía vivo. Wiese entró tarde al equipo de Bauer y ha sostenido ahora, en declaraciones al diario "Jüdische Zeitung", que al comienzo del proceso no se había percatado de las dimensiones que tendría y que antes del mismo no sabía mucho de Auschwitz.
"Sabía naturalmente que era un campo de concentración pero no conocía detalles", dijo Wiese.
Durante el trabajo para formular la acusación Wiese dice haberse hecho "una imagen aproximada de lo que ocurrió en Auschwitz".
Ninguno de los acusados, según Wiese, negó haber estado en Auschwitz pero todos rechazaban tener culpa alguna.
Wiese lamenta todavía que el tribunal no asumiera entonces la visión de la fiscalía, según la cual todo el que hubiera sido parte de la maquinaria de Auschwitz había sido al menos cómplice.
Los fiscales, por ello, se vieron obligados a demostrar la participación directa de los acusados en los asesinatos, lo que estos negaban o alegaban haber cumplido sólo órdenes.
Incluso Robert Mulka, un ayudante directo de Rudolf Höss, el comandante del campo, aseguró no haber sabido de la existencia de las cámaras de gas.
"Eso sólo ha cambiado en los últimos años", dijo Wiese con respecto a la doctrina de que todo el que participó de la maquinaria fue al menos cómplice de los asesinatos.
"Pero había pasado mucho tiempo y los acusados tenían más de noventa años. No se podía hacer mucho. Si el cambio se hubiera dado antes habría habido muchos procesos más", se lamentó Wiese.
En su momento, las sentencias generaron alguna decepción entre los partidarios de iniciar una confrontación con el pasado nazi. Sin embargo, los juicios contribuyeron a abrir un proceso de reflexión y las declaraciones de testigos son una documentación clave sobre lo ocurrido en Auschwitz.
Parte de los interrogatorios fueron recogidos en 1965 por el escritor Peter Weiss en una obra de teatro -"La indagatoria"- que el definía como un oratorio.
Los procesos de Auschwitz también fueron recogidos por Bernhardt Schlink en su novela “El lector” (1995) que fue llevada al cine por Stephen Daldry y con la actriz británica Kate Winslet como protagonista y que recibió un Oscar por su papel como exguardiana del campo de exterminio.