Para María Celina Suárez, integrante de un grupo de mujeres que creó la Asociación de Mujeres Indígenas Trabajadoras de la Libertad en Mitú, capital del departamento del Vaupés (sureste), el trabajo de la chagra es vital para las familias y comunidad indígena.
En este sentido, comparó "la riqueza del mundo occidental" con la de las comunidades indígenas.
"Para ustedes (...) tener un almacén grande es sinónimo de riqueza, para nosotras tener una hectárea o un cuarto de hectárea de chagra con variedades es una mujer rica", dijo.
La chagra garantiza seguridad alimentaria en las comunidades, tanto así que su técnica de establecimiento, mantenimiento y aprovechamiento sigue intacta en estas comunidades indígenas, aunque puede ser opacada por el distanciamiento de las nuevas generaciones con esta práctica.
Además, la chagra "no se limita a la siembra, la producción y el alimento de su comunidad sino también a la enseñanza que se le transmite a los hijos e hijas".
MUJERES CHAGRERAS Para José Valencia, indígena de la etnia macuna, la mujer chagrera "no solo va a la chagra a cultivar para tener buena producción, ella es la que nos da la vida a nosotros, sin ella no existe nada".
Valencia agregó que el trabajo de los hombres es de proteger la sabiduría de las mujeres "para que no se enfermen" e indicó que hay que "protegerlas a ellas como a la naturaleza".
Es por estas razones que el papel de las mujeres chagreras debe ser reforzado y aprovechado para mantener su identidad cultural, su conocimiento de semillas, técnicas de siembra, entre otras actividades, todas vitales para el sostenimiento de la "estructura social, y conservación de los valores culturales, de la agrobiodiversidad amazónica".