En una nota de prensa, la SAC destaca el dato recogido en su nuevo informe con estadísticas sobre este tipo de cáncer, que revela que los diagnósticos en menores de 55 años pasaron de ser el 11 % del total en 1995 (1 de cada 10) al 20 % en 2019 (1 de cada 5), es decir, casi el doble.
Otro de los datos destacados en el informe corresponde al aumento en los diagnósticos de cáncer colorrectal en fases avanzadas, que pasaron de representar el 52 % de los casos, a mitad de la década de 2000, al 60 % en 2019.
En total, la SAC estima que 153.020 personas en EE.UU. serán diagnosticadas en 2023 con este tipo de cáncer, que es el tercero más común en el país y también el tercero que causa más muertes, tanto en hombres como en mujeres.
También prevé que este año mueran 52.550 personas por esta enfermedad.
La incidencia de este cáncer bajó con rapidez en las personas de 50 años o más durante la década de los 2000, sobre todo por la mayor implantación de las colonoscopias, pero ese "progreso se ha ralentizado en la última década" y solo el grupo de 65 años o más tiende ya a reducir la incidencia.
La tasa de mortalidad por cáncer colorrectal se incrementó a un ritmo del 1 % anual desde 2005 para los menores de 50 años y a un 0,6 % para los que tienen entre 50 y 54, indica la nota.
La incidencia, tanto en diagnósticos como en mortalidad, es mayor en las personas de raza nativa de Alaska, india y negra, frente a las de raza blanca.
La investigadora Rebecca Siegel, directora científica de SAC, consideró "alarmante" la "rapidez" con la que crece la proporción de pacientes jóvenes y "sorprendente" que la enfermedad se diagnostique en fases más avanzadas a todas las edades, lo que "debería motivar a cualquiera de 45 años o más a hacerse revisiones".
Los ejecutivos de la asociación agregaron que los datos "preocupantes" publicados este miércoles ilustran la "necesidad urgente de invertir en investigación específica" para entender y prevenir la aparición del cáncer, así como para descubrir nuevos tratamientos para las fases avanzadas.
Los investigadores se nutrieron de los datos de incidencia disponibles hasta 2019 en un programa del Instituto Nacional del Cáncer y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades en prácticamente todo EE.UU., combinándolos con las cifras de mortalidad hasta 2020 del Centro Nacional de Estadísticas de Salud.