Fundada en Ginebra en 1863 por el hombre de negocios local Henri Dunant, tras haber sido testigo de los horrores de la batalla de Solferino en las guerras de la unificación italiana, la organización sigue trabajando hoy en conflictos muy diferentes, pero donde “el sufrimiento de los civiles atrapados en ellos es el mismo”, destaca CICR en un comunicado.
Las casas destruidas y la población escondida en los sótanos por los bombardeos que vio Dunant, quien había viajado a Italia por negocios y acabó atendiendo a muchas de las víctimas de una de las mayores batallas del siglo XIX, pueden ser contadas “por quienes sufren las guerras en Ucrania, Yemen o Siria”, afirma CICR.
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“Aún queda mucho por hacer para reducir el dolor y angustia de estas personas”, añadió la presidenta de CICR, Mirjana Spoljaric, quien aseguró que “el respeto del derecho internacional humanitario es y seguirá siendo la única manera de preservar un mínimo de humanidad durante los conflictos armados”
CICR actúa en un centenar de países y cuenta con una fuerza laboral de más de 21.000 empleados.
Ya en el acuerdo fundacional del 17 de febrero de 1863 se proponía una red de sociedades de socorro identificables a partir de un mismo emblema (en este caso una cruz roja que invertía los colores de la bandera suiza) y un tratado internacional para proteger a los heridos en el cambo de batalla.
En 1864, doce Estados se unieron a esta iniciativa ciudadana con el nacimiento de las Convenciones de Ginebra, que se irían ampliando a lo largo de los siglos XIX y XX.