En la ceremonia, realizada en Santo Amaro, en el estado de Bahía (noreste), fueron entregadas 684 viviendas y, en forma simultánea y por videoconferencia, también fueron inauguradas otras 2.016 en ocho municipios del interior del país.
"Volvimos a gobernar con la expectativa de que se puede mejorar la vida de los brasileños", dijo Lula, quien reiteró que su deseo es que "el pueblo vuelva a desayunar, almorzar, cenar, trabajar, estudiar y que pueda vivir en una casa propia".
El programa "Mi Casa, Mi Vida" fue creado en 2009, durante el segundo mandato de Lula, pero en 2019, tras la victoria electoral del ultraderechista Bolsonaro, dejó de atender a las familias más pobres, como era en un principio, y pasó a beneficiar a la clase media baja.
Ahora, el Gobierno progresista recuperó la idea inicial de un plan centrado en las familias con ingresos menores a 2 salarios mínimos (unos 530 dólares) y las viviendas serán subsidiadas en un 80 % por la banca pública.
Esa franja de la sociedad había sido excluida por Bolsonaro, que renombró el plan ideado por Lula como "Casa Verde y Amarilla", por los colores de la bandera de Brasil, para reforzar el "patriotismo" que intentó insuflar durante su gestión.
Según el Gobierno, las viviendas entregadas este martes estaban casi concluidas en 2019, pero las obras habían sido abandonadas y finalmente las acabaron durante el último mes y medio que lleva Lula en el poder.
La intención, con la retomada de este programa, es construir unos 2 millones de viviendas durante los cuatro años de gestión del líder progresista, con una inversión que aún no ha sido precisada.
Eso, sin embargo, no resolvería el déficit de viviendas, que se calcula en casi 6 millones e incluye tanto a familias sin techo como a las que viven en residencias consideradas precarias.