En una entrevista con EFE en Madrid, la superviviente, nacida en Polonia, criada en Perú tras el final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y afincada en Israel, cuenta su pasado con el convencimiento de hacer lo que debe.
En la capital de España está participando en varios actos organizados por el Centro Sefarad Israel con motivo del mes de la memoria del Holocausto.
"Siento en mi sistema, en mi ser, en mi alma, que por haber sobrevivido tengo que contarlo, tengo que hablar en nombre de aquellos que no pueden y no podrán jamás hablar, he tomado sobre mí la misión de hablar en nombre de un millón y medio de niños como yo", explica.
Shashar pasó sus primeros años de vida en el Gueto de Varsovia, icono de la resistencia polaca a la estrategia de exterminio judío de los nazis, donde vio morir a su padre y a cientos de niños mientras ella se escondía para no correr la misma suerte.
Y se pregunta por qué fue ella la que sobrevivió y no otros niños: "¿Acaso he tomado yo el lugar de otro niño? Todo tipo de ideas que, de noche o de día a lo largo de 80 y tantos años, pasan por tu cabeza: ¿por qué tú, yo, nosotros, por qué eso nos toca a nosotros?".
Pese a todas esas preguntas que la acompañan, asegura que, cada vez que cuenta su historia, "la mochila se hace más llevadera".
"A medida que hablo y hablo mucho, como testigo de lo que pasó en Polonia, es como una mochila que es más llevadera de alguna forma, tal vez más ligera, no desaparece del todo, pero me da satisfacción interna si, al menos, un joven me ha escuchado", reflexiona.
UNA INFANCIA SIN SER NIÑA
Shashar rememora con naturalidad su pasado y sus primeros años de vida en el Gueto de Varsovia, donde vio morir a su padre, perecieron varios familiares más y sufrió hambre y frío severo.
De allí consiguió huir con su madre; fuera del gueto, en la ciudad, le tocaría esconderse durante horas, días y años en un pequeño armario.
"Yo me considero una niña escondida, en un armario, con todo aquello que pueda cubrirte y esconderte para que no te vea el enemigo", describe, antes de recordar que la vida entonces se basaba en "conseguir las cosas más básicas".
"Abrigarte contra el frío porque Polonia es muy fría en invierno, el hambre, el poder ver luz, porque mis recuerdos de pequeña son que la mayoría de mis días eran vivir en la oscuridad", escondida.
Por ello, pasó la infancia sin ser una niña, sin poder "salir a la calle, ser libre para divertirte, columpiarse, pasear, saltar, jugar...".
"Todo eso para mí era desconocido y prohibido, porque Hitler decidió que, porque yo nací judía, no tenía lugar en este mundo", resume.
UNA VICTORIA FINAL SOBRE HITLER
Pese a todo, a Shashar nadie le borra la sonrisa de la cara. Su historia, que hoy narra con naturalidad, no se la contó a sus hijos hasta que el mayor tuvo 19 años y su hermana 17 porque quería seguir "protegiéndolos".
"Quería protegerlos de mi mente y mi concepto, de que yo era diferente de los padres de otros niños, porque venía de la guerra", dice.
Y aunque rompió su silencio con sus allegados, insiste en que con los que sí ha encontrado "una lengua en común" es con aquellos que pasaron por el mismo infierno que ella.
Ahora, con el libro en el que narra sus vivencias entre las manos, "Yo vencí a Hitler", reivindica su derecho a contar y la necesidad que tiene la sociedad de recordar para no repetir estos crímenes.
“Que yo vencí a Hitler es la realidad, mi victoria está aquí, con dos hijos y siete nietos que tienen una vida normal y feliz (...), yo gozo y ese goce es mi victoria sobre Hitler, que quería hacerme desaparecer de la faz de la tierra”, zanja.