Se trata de la "Diablada pillareña", que esta semana salió con fuerza después de dos años de permanecer en aislamiento por la pandemia de la covid-19.
Los diablos han vuelto a bofear en las calles de Píllaro al ritmo de pasacalles y pasillos que entonan las bandas de pueblo al paso de las partidas o comparsas, que se organizan en los barrios de este pujante municipio de la provincia andina de Tungurahua.
Esta popular fiesta fue declarada en 2008 como Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador por la Asamblea Nacional (Parlamento).
Capariches, parejas de línea, guarichas, la banda del pueblo y los cabecillas forman las partidas que acompañan a los diablos, unos personajes que más que miedo, provocan curiosidad y contagian con su danzar de ímpetu.
Sus caretas, elaboradas durante meses por hábiles artesanos, reflejan el cariño que sus habitantes entregan para preparar la celebración.
La leyenda cuenta que los diablos de Píllaro empezaron a surgir hace siglos para espantar a los esclavistas españoles que otorgaban a los indígenas de la zona solo un día de descanso el primer día del año.
Como reproche, los indígenas se vistieron con ropas coloridas y caretas de diablos, tocados con grandes osamentas, para espantar a los amos y por una vez en el año sentirse dueños de su libertad.
Esa es una de las historias que se tejen como el origen de la diablada, según contó la secretaria de Cultura del Municipio de Píllaro, Diana Mesías, quien también advirtió sobre la similitud de los diseños de su comunidad con el atuendo que usan los danzantes durante el carnaval de la ciudad boliviana de Oruro.
Para Mesías, los dos festejos son distintos, aunque pueden tener una relación basada en la práctica de los "mitimaes", cuando los incas trasladaban indígenas de unas comunidades conquistadas a otras, llevando consigo tradiciones y culturas que sobrevivieron también a la conquista española.
No obstante, Mesías, que ha visitado Oruro, aseguró que la de Píllaro es diametralmente distinta, pues la boliviana es muy religiosa y la ecuatoriana es más cultural.
La secretaria de Cultura aseguró que en esta edición de la "diablada" todo "ha ido bien", pues se han inscrito quince partidas, cada una de ellas compuestas por 400 a 500 danzantes, que han desfilado por algunas calles de la ciudad y también se han concentrado en torno al parque central donde miles de curiosos esperan su paso.
Se calcula que en los primeros dos días (1 y 2 de enero) hasta unas 30.000 personas diarias se han congregado en Píllaro para participar o disfrutar del baile de los diablos, aunque el Municipio de este cantón aspira a que en los seis días de festejos sean unos 100.000 los visitantes.