En los últimos días, Turquía ha lanzado una oleada de ataques contra las fuerzas kurdosirias tras acusarlas de un mortal atentado en Estambul, en un nueva arremetida contra unos grupos que ve como una extensión de la guerrilla kurda contra la que se enfrenta en su suelo desde hace décadas, pero al otro lado de la frontera.
Otro reciente desarrollo que involucra a esta etnia con más de 30 millones de miembros repartidos por cinco países son las protestas que sacuden Irán desde la muerte el 16 de septiembre de la joven kurda Masha Amini, asesinada por la policía de la moral en Teherán.
Y es que el sismo de las protestas iraníes también ha sacudido a los grupos kurdoiraníes en el norte de Irak, cuyas bases están siendo atacadas por la Guardia Revolucionaria de Irán, que considera que estos partidos opositores están organizando las manifestaciones.
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Estas son algunas claves para entender las relaciones entre los diferentes grupos kurdos, las naciones en que residen y los intereses a los que atienden:
Sin estado propio
En el último siglo, los kurdos han sufrido todo tipo de agresiones, desde las masacres a manos del dictador iraquí Sadam Husein hasta las más recientes campañas militares por parte de Turquía, Siria e Irán, países que no quieren comprometer su integridad territorial ante el anhelo de independencia de esta etnia.
Precisamente, el deseo de formar un Estado kurdo -que les fue negado con el dibujo de las fronteras de Turquía tras la disolución del Imperio Otomano a principios de siglo pasado- es una de las pocas cosas que les mantienen unidos, junto a la identidad, la cultura y las diferentes variantes de su lengua: el kurdo.
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En la actualidad, los kurdos se reparten en cuatro territorios, principalmente en el sureste de Turquía, donde son duramente perseguidos a pesar de conformar alrededor del 20 % de la población de este país de 85 millones de habitantes.
El resto de la etnia está asentada en el Kurdistán iraquí, una región reconocida como autónoma en el norte Irak; el Kurdistán iraní; y Rojava, denominada también Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES).
Irak, el más abierto a los kurdos
El norte de Irak es el principal lugar de acogida de grupos kurdos exiliados de Irán y Turquía, países que consideran sus actividades como terroristas, y cuyos conflictos han sido arrastrados más allá de sus fronteras.
Tras décadas de conflicto, persecución y masacres, los kurdoiraquíes gozan de libertades y derechos inexistentes para esta etnia en el resto de países. De hecho, la Constitución iraquí reconoce el Kurdistán como una región autónoma, determina que su capital es Erbil y capacita a su Parlamento regional para que apruebe leyes.
Los combatientes kurdoiraquíes, conocidos como Peshmerga, lideraron la campaña contra el Estado Islámico en el norte de Irak y fueron uno de los principales aliados de Estados Unidos, país con el que mantienen una estrecha relación bilateral.
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Sin embargo, la fractura con Bagdad no se ha acabado de sanar, sobre todo por las relaciones entre el Kurdistán y Turquía, principal verdugo de los kurdos pero al que Erbil permite que mantenga una treintena de bases militares en su territorio. Ankara las utiliza en su lucha contra miembros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y recientemente ha iniciado una nueva campaña militar contra la guerrilla.
Por otra parte, los cuatro principales partidos kurdorianíes opositores al régimen de los ayatolás también tienen sus bases en el norte de Irak y las están atacando al considerar que estos grupos "terroristas" están organizando las protestas masivas que sacuden Irán.
Los bombardeos se han saldado ya con decenas de muertos y heridos desde finales de septiembre, mientras que los kurdoiraníes acusan a Teherán de querer desviar la atención de las protestas con estos ataques.
Los kurdosirios, sin más amigos que las montañas
La AANES, constituida en 2018, agrupa diversas áreas del norte y este de Siria arrebatadas al Estado Islámico durante las campañas para acabar con el "califato" y, si bien es una Administración liderada por kurdos, se basa en la convivencia de una miríada de grupos religiosos y etnias.
Como ocurre con Ankara y Teherán, el Gobierno central sirio se opone a las autoridades kurdas, aunque en el caso del país árabe Damasco ha accedido a colaborar con ellas para hacer frente común a Turquía, valedora de la oposición siria y quien amenaza con lanzar una ofensiva contra áreas de la AANES.
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Algunos componentes de la autoproclamada administración autónoma, principalmente las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), que actúan como un órgano de seguridad en su territorio, son consideradas terroristas por el Ejecutivo turco.
Las ve como una rama siria del PKK, una guerrilla originalmente de inspiración marxista contra la que se enfrenta en Turquía desde hace cuatro décadas y que aspiraba inicialmente a un estado kurdo independiente, ambición que ha sustituido por la demanda de más autonomía.
En los últimos años, Ankara ha logrado tomar varias áreas que estaban en manos de los kurdosirios en una serie de operaciones transfronterizas y se teme el inminente lanzamiento de una nueva ofensiva "antiterrorista" contra zonas controladas por esas fuerzas, tal y como ha amenazado.
El pasado sábado, días después de señalar a las YPG por un mortal atentado ocurrido en Estambul el 13 de noviembre, Turquía inició una oleada de ataques de artillería, y bombardeos de cazas y drones contra el norte de Siria, causando más de medio centenar de muertos.
Las fuerzas kurdosirias son un importante aliado de la coalición internacional liderada por EE. UU. que lucha contra el EI en Siria e Irak, pero acusan a Washington de inacción a la hora de frenar la "agresión turca", como ya ocurrió en la última ofensiva turca de 2019.
Irán, el gran castigador
Los kurdos de Irán experimentaron la independencia al declarar entre 1946 y 1947 la república de Mahabad, un sueño efímero que quedó aplastado por las tropas iraníes pero que se mantiene vivo en parte de la población, que desde entonces ha vivido una gran represión.
Desde entonces, esta etnia asentada en el oeste y suroeste de Irán ha sido víctima de una repetida marginalización, a pesar de que representa alrededor del 17 % de la población iraní.
Esto se ha traducido también en el exilio de miles de kurdoiraníes, puesto que las actividades políticas de grupos contrarios a la República Islámica están completamente prohibidos y sus miembros expuestos a arresto, tortura o asesinato.
Las protestas contra el régimen han puesto el foco nuevamente en los kurdos de Irán, que están siendo objetivo una vez más de la furia de los ayatolás tanto dentro como fuera del país.
La represión contra los kurdos es uno de los puntos que unen a Irán y Turquía, vecinos no siempre amistosos pero siempre dispuestos a colaborar en lo que signifique mantener a raya a esta minoría.