Anwar Ibrahim, un intelectual musulmán de perfil reformista, será el décimo primer ministro de la historia de Malasia (independizado de Reino Unido en 1957), según anunció hoy el monarca Abdullah de Pahang, poniendo fin a unos días de intensas negociaciones para formar gobierno, después de que ningún partido lograra mayoría absoluta en las elecciones del sábado.
Al fin, el sultán de Malasia, una monarquía constitucional, nombró hoy a Anwar, de 75 años, para el cargo, que se había convertido casi en una entelequia para el político, tras estar muy cerca de ocuparlo después de las elecciones de 2018.
Entonces, su coalición, Pakatan Harapan (Pacto de la Esperanza) ganó en unos comicios históricos, al ser los primeros en los que la Organización Nacional de los Malayos Unidos (UMNO) era derrotada, con el nonagenario Mahathir Mohamad -padrino y después "verdugo" de Anwar- al frente.
Aunque Mahathir prometió ceder el testigo a Anwar al tiempo, la dimisión en 2020 del que era primer ministro por segunda vez (lo fue entre 1981 y 2003) truncó los planes, y colocó de nuevo al político en la casilla de salida.
Ahora, dos años después, Anwar logra finalmente el objetivo gracias a un complicado encaje de bolillos: en principio, formará un gobierno de unidad junto a su némesis, UMNO, y más partidos, tras el déficit de escaños de su coalición (82) en las elecciones para alcanzar la mayoría absoluta (112).
Un pacto aún incierto y complejo, por la difícil historia con UMNO de Anwar, un elocuente orador nacido en 1947 en el seno de una familia con tradición política, habiendo sido su padre diputado de UMNO.
El ambiente político doméstico fue clave para que Anwar participara en la fundación del Movimiento de las Juventudes Islámicas de Malasia (ABIM) en 1971, dirigiendo las protestas estudiantiles de 1974, por las que fue detenido y estuvo preso durante 22 meses, tiempo en el que cursó un máster de literatura.
En 1982, un año después de que Mahathir accediera al poder, Anwar se unió a UMNO, y, entre 1983 y 1987, dirigió varios ministerios (Cultura, Deportes y Juventud, Agricultura y Educación), hasta llegar a Finanzas, en 1991, cartera que compartiría después con el cargo de viceprimer ministro.
Su veloz progreso y aparente buen entendimiento con Mahathir, quien en varias ocasiones le señaló como su sucesor, le llevaron a lo más alto de la arena política nacional, hasta principios de 1998.
Entonces, en medio de tensiones con Mahathir por sus dispares posturas para abordar la crisis económica, la publicación de un libro que les acusaba de ser infiel a su esposa con mujeres y hombres, marcó el inicio de su caída
Anwar fue destituido, expulsado de UNMO y en 1999 condenado a seis años de prisión por abuso de poder, y a otros nueve al año siguiente por sodomía, delitos de los que se declaró siempre inocente, arguyendo ser víctima de una conspiración política.
Cinco años después, en 2004, el Tribunal Supremo anuló la sentencia por sodomía y salió en libertad, regresando a escena en 2008, cuando fundó la opositora Alianza Popular.
Poco después fue nuevamente sorprendido por una denuncia por sodomía de un colaborador, que acabó desestimada en los juzgados, si bien no sería la última vez que el padre de cinco hijos junto a la también política Wan Azizah tendría que hacer frente a similares acusaciones.
Cuando ganaba terreno desde la oposición al exprimer ministro Najib Razak (2009-2018), este le llevó de nuevo a prisión acusado de sodomía en 2015.
Pero ese mismo año salió a la luz el escándalo que daría un giro a la situación y uniría de nuevo a Anwar y a Mahathir: según filtraciones a la prensa, miles de millones de dólares del fondo 1Malaysia Development Berhad (1MDB), puesto en marcha por Najib, habían sido desfalcados.
Decididos a poner fin a su animadversión para parar a Najib, quien ahora cumple una condena de doce años de prisión, Mahathir y Anwar formaron Pakatan Harapan. Anwar fue exonerado en 2018, esperando dirigir el país una vez tomara el relevo del nonagenario.
Desvinculado ahora de Mahathir, Anwar, que se presenta como un musulmán practicante tras una propuesta multiétnica (el país tiene un 69% de población malaya, un 23% china y un 7% india), tendrá que demostrar si, como promete, combatirá la corrupción y la inflación.
Porque, en un país en el que las facciones conservadoras han ganado terreno en los últimos años, no se espera que el escrutinio ceda sobre él debido a los persistentes rumores sobre su vida personal.