Desde fuera, Lucca es una hermosa ciudad norteña italiana circundada por una muralla intacta desde el siglo XVII. En su interior, custodiado por un gran portón decorado con heráldicas de piedra desgastadas, la vida transcurre siempre tranquila para sus 80.000 habitantes.
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Sin embargo, este sosiego se interrumpe cada año durante cinco días por la feria “Lucca Comics & Games”, una cita imperdible para los amantes de las viñetas y los videojuegos que, en sus 56 años de historia, se ha convertido en una de las más importantes de Europa.
Sus calles y plazas se abarrotan con los discípulos de un fenómeno tan colorido como peculiar: el “cosplay”, la afición a disfrazarse de algún personaje ficticio y puede que de nombre impronunciable, sobre todo de series niponas de manga o anime.
Pasión por la fantasía
El tren que lleva a la ciudad bordea la cercana torre inclinada de Pisa mientras anuncia por megafonía posibles retrasos a causa de las aglomeraciones. A bordo viajan héroes y villanos, algún Naruto, un par de Vengadores, varios Darth Vader, caballeros Jedi, aspirantes a Son Goku y muchas muchachas en minifalda y orejas de gato.
En el centro de Lucca, en un otoño verdaderamente primaveral, se reparten varias carpas donde los autores firman sus últimas obras, se imparten clases de pintar figuritas de ciencia ficción, se echa el rato jugando a rol o se curiosean los más novedosos vídeojuegos.
La ciudad se convierte en un hormiguero en el que cabe de todo: a los pies de la Iglesia de San Michele, joya del románico pisano, un hombre levanta dos metros vestido del villano Thanos, pero no puede hablar por las aplicaciones plásticas que lleva en el rostro.
Mientras, por una de sus avenidas circula R2D2, el robot de “Star Wars”. “¿Pero hay alguien dentro?”, grita un vecino asombrado desde una terraza. En realidad es un misterio y la gente se acerca al androide para averiguar si es teledirigido o, en efecto, pilotado.
Cosplay, casco, escudo y espada
Por ahí andan tres amigos que hicieron doce horas de tren desde la sureña Apulia solo para vivir este “momento de reencuentro”, explica una de ellas, Paola, estudiante de medicina y cubierta por los estridentes colores de un personaje del manga “Hunter x Hunter”.
La pregunta puede sonar banal pero surge inmediatamente: “¿Y vuestros padres?” Tras una carcajada inicial, responden en serio: “Al principio dudaban, pero ahora me ayudan”, admite Maria Elira, con los labios verdes como Gyro Zeppeli, mientras que Davide, en la piel del espía Loid Forger, reconoce que optó por seguir su “pasión” pese a que le decían que es “una pérdida de tiempo”.
El genovés Alessandro se pasa el día haciéndose fotos con un cubo de metal como casco, escudo y espada, como el personaje de un videojuego, mientras que Laura se ha plantado una televisión en la cabeza y pasea apuntando a la gente con una pistola en forma de mando a distancia.
Todos deambulan por el centro hasta desembocar en la plaza de San Michele, centro neurálgico del evento.
Es ahí donde se aprecia mejor el contraste entre esta monumental urbe y la invasión “cosplay”. En su principal avenida alguien ha abierto una tienda de pelucas y lentillas inimaginables frente a una pastelería que expone sus delicias típicas, como un recuerdo de la vida durante el resto del año.
Un récord de participantes
La locura desatada en esta tranquila ciudad entre colinas se ha traducido en un récord de entradas vendidas -319.926, según datos oficiales- pero se estima que en estos cincos días han pasado por allí unas 750.000 personas, porque algunos solo van a pasearse.
“Son números increíbles”, celebra en una entrevista con EFE el director del festival, Emanuele Vietina, quien asegura que este evento, uno de los decanos del sector, tiene todavía mucho futuro, incluso con una atención a nuevas tecnologías como el metaverso.
“Somos uno de las principales encrucijadas del mundo para el arte, la cultura, el cómic y también el comercio, porque esta industria debe crecer, y somos uno de los lugares donde el cómic más se renueva en el mundo”, reivindica desde una improvisada mazmorra en la que varios chicos echan los dados sobre un tablero mágico.