Los bloqueos de carreteras, que llegaron a ser unos 500 en 24 de los 27 estados del país el pasado lunes, habían caído a 167, en los que la policía negociaba con los manifestantes a fin de liberar por completo el tránsito.
El movimiento, que reclama una “intervención militar”, comenzó a perder intensidad después de que el presidente Jair Bolsonaro, líder de la ultraderecha, terminó de admitir su derrota al determinar que el Gobierno inicie el proceso de transición con el equipo de Lula.
De todos modos, pequeños grupos de camioneros mantenían algunos bloqueos, algunos manifestantes hicieron “vigilias” la pasada noche frente a cuarteles del Ejército y han convocado a algunos actos similares para hoy, festivo en Brasil por el Día de los Muertos.
Bolsonaro se pronunció sobre el resultado de las elecciones este martes, unas 45 horas después de que el escrutinio oficial sentenció la victoria del líder progresista Lula da Silva por un muy estrecho margen de 1,8 puntos porcentuales.
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Simpatizantes de Bolsonaro pidieron golpe militar
Mientras Bolsonaro estuvo en silencio, sus simpatizantes más ultras iniciaron el movimiento que exige a las Fuerzas Armadas un golpe militar, que “clausure” el Parlamento y la Corte Suprema pero mantenga al actual gobernante en el poder.
Sin embargo, los golpistas fueron desautorizados por el propio Bolsonaro en su pronunciamiento, pese a que dijo que el “movimiento popular” era “fruto de la indignación y el sentimiento de injusticia por cómo se dio el proceso electoral”.
Aún así, Bolsonaro afirmó que “las manifestaciones pacíficas siempre serán bienvenidas”, pero reforzó que sus métodos “no pueden ser los de la izquierda, que siempre perjudicaron a la población, como la invasión de propiedades o la destrucción de patrimonio”, y subrayó que nadie puede impedir “el derecho de ir y venir”.