El incidente más reciente ocurrió el mes pasado en la ciudad andina de Viacha, cuyos habitantes, incluidas varias mujeres, colocaron una pollera, la amplia falda que usan las cholitas bolivianas, al alcalde Napoléon Yahuasi en protesta por una supuesta falta de atención a sus demandas de salud y educación.
Al menos cinco sucesos similares se han hecho públicos desde 2015 en distintos contextos y principalmente en municipios rurales y zonas periurbanas donde se utilizaron las polleras, mantas y sombreros que son parte de la vestimenta de las cholas para humillar a supuestos infractores.
La senadora oficialista Virginia Velasco alzó la voz en esta ocasión molesta por este uso de la vestimenta de las aimaras "como una forma denigratoria".
"Nosotras no somos objetos, cuidamos nuestra identidad y está establecido en la Constitución", afirmó a Efe la parlamentaria de origen aimara.
Velasco deploró que persista “ese machismo, esa discriminación” hacia las aimaras, pese a los pasos dados por estas mujeres para que su identidad sea respetada.
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Historia
Los castigos de la población a las autoridades son tan antiguos como la "fuerte carga de machismo" presente en la idea de vestirles de mujer para humillarles, comentó a EFE la historiadora Sayuri Loza.
"Una mujer vestida de hombre no es razón de burla", pero un hombre con vestido "usualmente se usa para el humor, para burlarse, para reír, en coronaciones bufas" y esto persiste en la actualidad en las áreas urbanas y rurales, señaló.
"Y por desgracia tampoco hay políticas públicas para cambiar eso. Hay mucho discurso, pero en los hechos, en la educación familiar, no hay", cuestionó Loza, cuya madre, Remedios, fue la primera aimara que llegó al Parlamento boliviano en 1989 y la primera en aspirar a la Presidencia en 1997.
Loza rememoró que en el siglo XVI, los indígenas adoptaron la vestimenta española, hasta que llega un momento en que la corona afirma que "la ropa es para diferenciarse" y define cómo debían vestir la gente según su origen.
Y las aimaras hicieron suya esa vestimenta, esa pollera "valiosísima" según Loza, "porque ha luchado primero para volverse identidad a pesar de que era algo foráneo e impuesto".
"La chola la ha vuelto algo suyo y ha sobrevivido a pesar del tiempo, de la discriminación y de todos los conflictos que ha habido", manifestó.
Cambios
Bolivia ha tenido en su historia emblemáticas heroínas de pollera, como Bartolina Sisa, quien junto a Tupac Katari lideró la revuelta indígena de 1781; o Simona Manzaneda, que fue parte de la revolución del 16 de julio de 1809 en La Paz.
En las décadas posteriores y durante muchos años, las cholitas fueron relegadas a desempeñarse como niñeras, empleadas domésticas, cocineras o comerciantes de mercado.
Sin embargo, a fines de los años ochenta comenzaron a asumir nuevos roles en ámbitos que les habían sido vetados durante décadas, como la política, la economía, el periodismo, el derecho y los deportes, entre otros.
Precisamente por esto Velasco consideró que "no se puede desvalorizar" esa lucha de las indígenas por abrirse campo en distintas áreas y para que su identidad sea respetada.
Por ello, la senadora presentó un proyecto de ley para declarar "patrimonio inmaterial la identidad y vestimenta de la chola boliviana", estableciendo competencias para protegerlas y sanciones para quienes las usen para denigrar a otros.
Loza recordó por su parte que la chola ya fue declarada en 2013 patrimonio cultural intangible de La Paz y consideró que propuestas como las de Velasco son "un saludo a la bandera", pues no cambian nada.
"Para cambiar las cosas tienes que cambiar el sistema educativo", manifestó la historiadora.
También expresó preocupación por la falta de "líderes políticas de pollera" pues, a su juicio, "las están relegando muchísimo" pese a que se tiene "un gobierno que se ufana de ser portavoz de lo indígena".
Loza lo tiene claro, si su madre viviera, consideraría "tontos" a quienes usan las vestimenta de las cholas para humillar a otros y más bien querría poner polleras a un hombre "para que vea lo difícil y complejo que es".
“Ella estaba muy orgullosa de sus polleras” y no quiso quitárselas ni si quiera en sus últimos días, por lo que diría que “tendría que ser un honor ponerse la pollera en vez de un castigo o una humillación”, concluyó.