Las protestas comenzaron tímidamente el viernes tras conocerse la muerte de Mahsa Amini tras ser detenida por la Policía de la moral por llevar mal el velo y se han ido extendiendo, cada vez mayores, en más puntos del país y más violentas.
En el país persa las protestas no son algo nuevo: en 2019 muchos iraníes se echaron a las calles por el aumento del precio de los combustibles, y en 2020 y 2021 las sequías provocaron manifestaciones.
Este 2022, los jubilados han protestado por sus pensiones, mientras que el aumento del coste del pan ha hecho que muchos iraníes desafiarán una vez más a las autoridades con manifestaciones callejeras.
Pero todas esas protestas quedaron limitadas a los grupos o clases sociales que las iniciaron, a pesar de que fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad y en muchas de ellas hubo muertos, como en las 2019, cuando se estima que murieron 300 manifestantes.
Sin embargo, las protestas por la muerte de Amini han ido más allá y han roto la fragmentación de la sociedad iraní.
Dolor por la muerte de Mahsa Amini
“Estas protestas están motivadas por el dolor, no por meros agravios. El dolor ha abierto el camino a una movilización nueva y más amplia”, explica en un artículo el analista Esfandyar Batmanghelidj.
Así, personas de diferentes entornos y clases sociales se han unido a las protestas, expresando una “solidaridad” que manifestaciones anteriores no lograron, según el articulista.
Los jóvenes, y en especial las mujeres, lideran las manifestaciones que estos días sacuden más de 20 ciudades, pero también hay muchas personas mayores.
Para el académico Ali Alfoneh, los iraníes protestan generalmente por el pan o la libertad, sin que ambas causas se toquen.
“Mientras la clase media demanda libertad, los menos privilegiados protestan por el pan, y hay poca solidaridad entre los dos grupos”, dijo en Twitter Alfoneh.
“Pero incluso los desfavorecidos, que son conservadores, cuestionan porque se tomaron esas medidas contra Mahsa Amini, pero no se aplican las leyes de la moralidad en los centros comerciales de lujo del norte de Teherán”, explica el académico.
“Este es el motivo por el que la muerte de Mahsa Amini bajo custodia policial ha provocado la indignación que ha unido a la clase media y a los menos privilegiados”, asegura.
Hasta ahora ni la represión policial, que está usando materiales antidisturbios; ni las promesas del presidente, Ebrahim Raisí, de que se investigará la muerte de Amini; ni el envío de emisarios del líder supremo de Irán, Ali Jameneí, a la familia de la fallecida parecen suficientes para poner fin a las protestas.
Amini fue detenida el martes de la pasada semana por la llamada Policía de la moral en Teherán, donde se encontraba de visita, y trasladada a una comisaría para asistir a "una hora de reeducación" por llevar mal el velo.
Murió tres días más tarde en un hospital donde llegó en coma tras sufrir un ataque al corazón, y desde entonces se han repetido las protestas protagonizadas sobre todo por jóvenes.
Durante cinco días se ha repetido las protesta en al menos 20 ciudades, con escenas de violencia por parte de las fuerzas de seguridad.
Las autoridades iraníes han confirmado la muerte de seis personas, mientras Amnistía Internacional eleva la cifra a ocho. El número de heridos ronda los 500.
Respuesta a violencia
Pero a diferencia de protestas anteriores, los manifestantes están respondiendo a la violencia estatal.
“Durante dos décadas los intentos de reformar el sistema han sido aplacados. El sistema ha respondido con violencia y el robo de elecciones”, escribe el analista Titra Parsi.
“El régimen ha empujado a la gente a elegir la revuelta sobre la reforma”, continuó.
Mientras las calles de muchas ciudades ardía, Raisí acusó ayer a otros países de un "doble rasero" con los derechos humanos y, en concreto, los de las mujeres, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, en el que no habló de Amini.
Un día antes, el líder supremo ofreció un largo discurso televisado con motivo del aniversario de la guerra con Irak en los años 80, sin mención alguna a la joven o las protestas.
Oídos sordos a los lemas que resuenan en las calles, como “Justicia, libertad y no al hiyab obligatorio”, “Mujeres, vida, libertad” o “Muerte al dictador”.