Nació el 21 de septiembre de 1947 en Portland, Maine, y con sus primeras aportaciones en el periódico escolar dio forma a una vocación que le otorgó fama mundial desde Carrie (1974), su primera novela publicada.
En su haber, según Greg Howard, profesor de Ficción Contemporánea Estadounidense en la Universidad de Maine, el mérito de asentar sus historias en miedos y emociones “reales”, de mezclar géneros con brillantez y de llevar al lector a extremos que le hacen preguntarse qué pasaría si lo que relata sucediera de verdad.
"Intenta siempre estar en sintonía con lo que pasa a su alrededor. Siente que su deber como escritor es tomar la temperatura al mundo", apunta a Efe el experto, que da clase en la misma institución en la que King estudió de joven.
Su bibliografía incluye novelas, historias cortas, guiones e incluso cómics, y con Carrie abrió una vía que ha sido una constante en su trayectoria profesional, la de ver adaptada al cine muchos de sus trabajos.
Esa ópera prima fue llevada a la gran pantalla por primera vez por Brian de Palma en 1976; Stanley Kubrick se atrevió en 1980 con El resplandor; Rob Reiner una década después con Misery; Frank Darabont con La milla verde en 1999 o Andy Muschietti en 2017 con It.
Su última obra, que en Estados Unidos salió a la venta el 6 de septiembre, ha confiado esa labor en el británico Paul Greengrass, responsable de tres de los filmes de la saga Bourne.
Éxito literario y cinematográfico
Hay que ver el éxito de esos clásicos del séptimo arte, según Howard, como una consecuencia directa de la calidad de King como escritor: "Sus libros son tan llamativos que a los directores les resulta fácil visualizarlos".
En palabras del investigador Thomas Gustafson, de la Universidad del Sur de California, King “es parte de una tradición de narrativa de terror en la literatura y cultura estadounidenses”.
Dicha tradición "se remonta al miedo puritano de Nueva Inglaterra al mal, al diablo, a los monstruos impíos y a nuestra propia falta de bondad, compasión y amor, algo que puede proporcionarnos recompensa o castigo divino", explica.
El propio King se define como un autor instintivo, que una vez que sabe hacia dónde quiere ir se deja llevar: “Los narradores no tenemos una idea muy clara de lo que hacemos. Cuando es bueno no suelen saber por qué y cuando es malo, tampoco”, decía en su libro Mientras escribo.
En esa reflexión sobre su proceso creativo admitía que entre sus intereses, que no se atreve a llamar obsesiones, están el porqué, si hay Dios, ocurren cosas “tan horribles” (The Stand), la fina línea divisoria entre realidad y fantasía (The Dark Half) “y sobre todo el atractivo irresistible que puede tener la violencia para gente básicamente bondadosa (El resplandor)”.
Intereses que trasladados al papel le han valido la Medalla Nacional estadounidense de las Artes (2015) y la de la Fundación Nacional del Libro (2003) por su aportación a las letras estadounidenses, o trece premios de la Asociación de Escritores de Terror, el primero en 1987 por Misery y el último en 2013 por Doctor Sueño.
"Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, ligar mucho ni hacer amistades. En último término, se trata de enriquecer las vidas de las personas que leen lo que haces, y al mismo tiempo enriquecer la tuya", apunta el autor.
King, casado y padre de tres hijos, lleva casi cinco décadas encomendado a esa labor.
Y según afirmaba en 2019, planea hacerlo hasta que reciba una señal divina: “Dios me dirá cuándo retirarme. Dirá: ‘Déjalo ya, cuelga las botas, tu ciclo ha llegado a su fin’. Pero hasta entonces, seguiré. Este es el mejor trabajo del mundo, porque nadie puede obligarme a jubilarme a una edad”.