El desplome abrió una cicatriz de más de 200 metros en forma de “U” en el cono inicial del volcán Tajogaite y desparramó su flanco oeste sobre una superficie de 1,2 kilómetros cuadrados. La zona quedó cubierta con miles de toneladas de material piroclástico en forma de bloques de más de diez metros de altura que flotaban sobre grandes coladas de lava, arrastrados como si fueran balsas de piedra.
El colapso del volcán después de cinco días de intensa actividad explosiva (aún quedaban por delante 80 jornadas más de erupción) dio lugar a un parón aparente de casi diez horas en el volcán, porque permitió que se liberaran súbitamente las reservas más superficiales de magma, pero a la larga no cambió el devenir de los acontecimientos, más allá de abrir ríos de lava al sur del cono, cuando hasta entonces discurrían sobre todo por la zona norte.
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Una veintena de investigadores de las Universidades de Manchester, Durham y Portsmouth (Reino Unido), Múnich (Alemania), Ginebra (Suiza), Pisa y Camerino (Italia), el Instituto Vulcanológico Nacional de Italia, el Instituto Tecnológico y de Energías Renovables de Tenerife y el Instituto Volcanológico de Canarias publican estos días en “Journal of Volcanology and Geothermal Research” las claves de lo que pasó aquel 25 de septiembre, de interés no solo para los geólogos, sino también para los responsables de Protección Civil en catástrofes como la que vivió la isla española de La Palma durante tres meses.
Desde que se abrió paso a la superficie a las 15:13 horas del domingo 19 de septiembre en una zona deshabitada del paraje conocido como Cabeza de Vaca, en El Paso, la mayor erupción que ha vivido La Palma en tiempos históricos empezó a levantar muy rápidamente un gran cono volcánico sobre una ladera de 26 grados de inclinación.
En esas primeras jornadas, brotaban de la tierra 2,4 millones de metros cúbicos de materiales volcánicos al día, con fuentes de lava de las que manaban hasta 30 metros cúbicos de roca fundida por segundo, detallan los autores de este artículo.
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A la inestabilidad de un cono construido tan rápidamente por la acumulación de los materiales piroclásticos que expulsaba el volcán en una de sus fases más explosivas se le sumó el efecto de los canales de lava que socavaron uno de sus flancos. Durante aquella madrugada del 25 de septiembre era tal la potencia de las fuentes de lava que los chorros de roca fundida alcanzaron 250 metros de alto.
Entre las 6:18 y las 8:09 de la mañana, los flujos de lava se incrementaron rápidamente y el volcán se hundió de manera inesperada en su flanco suroeste, con un deslizamiento lateral. A las 13:50 horas de ese día, en el cono se apreciaba ya una gran hendidura en forma de "U" de 450 metros de longitud por 250 metros de anchura.
Hasta ese momento, el cono había acumulado 14,45 millones de metros cúbicos de volumen (descontado el vacío del agujero del cráter, de 0,46 millones de m3). Tras el derrumbe, quedaban en pie 8,91, de acuerdo con una estimación realizada el 27 de septiembre.
Durante el colapso, las coladas más al sur drenaron gran parte de los materiales del derrumbe, que fueron arrastrados por los ríos de lava y llegaron a formar diques laterales de hasta 30 metros de altura, pero no tardaron en ser sepultados en los días siguientes por la enorme cantidad de escoria y cenizas que emitió el volcán.
Temporalmente, todo ese material formó una barrera en el flanco sur de la erupción que desvió de nuevo las coladas hacia el norte del cono, hacia la zona más poblada del Valle de Aridane, donde quedaron sepultados con el tiempo barrios enteros, como Todoque, y cientos de viviendas y fincas de cultivo, además de carreteras y redes de riego.
Los autores de este trabajo recuerdan que los derrumbes son frecuentes en las fases iniciales de una erupción de este tipo, pero también subrayan que en este caso no hubo ninguna "señal precursora", lo que refuerza la necesidad de tener presente el riesgo que representan tanto para la población situada en las proximidades de un volcán como para los científicos que trabajen en la zona.
Aunque ya algunos trabajos habían mencionado que la erupción se produjo en un lugar conocido como “Tajogaite” (topónimo de origen aborigen que significa “montaña rajada”), este es uno de los primeros artículos científicos -si no el primero- que llaman al volcán (todavía sin denominación oficial) con el nombre elegido por los palmeros en la consulta pública promovida esta primavera por el proyecto “Revivir el valle”, en la que votaron casi 4.300 personas.