El papa, que dio una vuelta al estadio en el papamóvil para saludar a los fieles, dedicó su homilía a la fiesta de los abuelos, que se celebra hoy al ser la festividad de santa Ana y San Joaquín, padres de María y abuelos de Jesús.
Y pidió a san Joaquín y santa Ana para que intercedan “para construir un futuro mejor”.
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“Un futuro en el que no se descarte a los mayores porque funcionalmente no son necesarios; un futuro que no juzgue el valor de las personas solo por lo que producen; un futuro que no sea indiferente hacia quienes, ya adelante con la edad, necesitan más tiempo, escucha y atención; un futuro en el que no se repita la historia de violencia y marginación que sufren nuestros hermanos y hermanas indígenas”, señaló.
Francisco explicó: “Para aceptar de verdad lo que somos y cuánto valemos, tenemos que hacernos cargo de aquellos de quienes descendemos, aquellos que no pensaron solo en sí mismos, sino que nos transmitieron el tesoro de la vida”.
El papa habló del amor y el respeto
“Precisamente de nuestros abuelos aprendimos que el amor jamás es una imposición, nunca despoja al otro de su libertad interior”, añadió.
“Tratemos de aprender esto como individuos y como Iglesia: no oprimir nunca la conciencia de los demás, no encadenar jamás la libertad de los que tenemos cerca y, sobre todo, no dejar nunca de amar y respetar a las personas que nos precedieron y nos han sido confiadas, tesoros preciosos que custodian una historia más grande que ellos mismos”, dijo Francisco.
Precisamente, el papa llegó a Canadá para pedir perdón a los indígenas por los abusos que sufrieron en los internados, muchos de ellos gestionados por la Iglesia, donde se les encerró para los llamados procesos de asimilación.
Debido a sus problemas de rodilla, el pontífice permaneció sentado durante buena parte de la ceremonia y fue ayudado en la celebración por el arzobispo de Edmonton, Richard Smith.
“Custodiar la historia que nos ha generado significa no empañar la gloria de nuestros antepasados, no perder su recuerdo, no olvidarnos de la historia que dio a luz a nuestra vida, acordarnos siempre de aquellas manos que nos acariciaron y nos tuvieron en sus brazos”, añadió el papa en su homilía leída en español.
Pero también advirtió de la posibilidad de caer en lo que llamó “la caricatura de la tradición”, que “no se mueve en una línea vertical, de las raíces al fruto, sino en una línea horizontal, adelante y atrás, que lleva a la cultura del retroceso como refugio egoísta; y que no hace más que encasillar el presente y preservarlo en la lógica del “siempre se ha hecho así”.
En esta misa para los fieles católicos de Canadá, que representan el 44 % de la población según las estadísticas de la Iglesia, el papa aseguró que “nuestros abuelos y nuestros mayores deseaban ver un mundo más justo, más fraternal y más solidario, y lucharon por darnos un futuro” y que “ahora, nos toca a nosotros no decepcionarlos”.
El papa terminará la jornada de hoy con una visita al lago de Santa Anta, sagrado para los indígenas convertido en un lugar de peregrinación para los católicos.