Conmoción en la ciudad saudí de Yedá tras la demolición de varios barrios

La demolición de varios barrios en la ciudad saudí de Yedá, producto de un mega-proyecto urbano, generó “conmoción y pavor” entre los habitantes expulsados, que lanzaron una inusual movilización en el reino.

El humo negro después de una explosión en la petrolera Aramco, en la ciudad de Yeda, sede del Gran Premio de Arabia Saudita de Fórmula 1.
La demolición de varios barrios en la ciudad saudí de Yedá, producto de un mega-proyecto urbano, generó “conmoción y pavor” entre los habitantes expulsados, que lanzaron una inusual movilización en el reino.Motorsport.com

“Es la mayor conmoción de mi vida. Lo que ocurre es indescriptible”, asegura un médico saudí cuya casa ha quedado reducida a escombros por las topadoras.

“Nos hemos convertido en extranjeros en nuestra propia ciudad”, agrega este hombre que requiere el anonimato por temor a la reacción de las autoridades.

Un proyecto de 20.000 millones de dólares, impulsado por el príncipe heredero Mohamed Bin Salman, prevé rehabilitar una treintena de barrios en la segunda ciudad del país, sin hacer mucho caso de sus 500.000 habitantes.

Para las autoridades se trata de remplazar “barrios marginales”, descritos como focos de criminalidad, por edificios modernos, incluyendo un estadio y una ópera.

Los habitantes cuestionan esta denominación de “barrios marginales” y denuncian la destrucción de barrios populares, dinámicos y diversificados, en esta ciudad conocida por ser la más abierta del conservador reino.

“De la noche a la mañana”

Las autoridades, que no respondieron a las preguntas de la AFP, han prometido indemnizar a las familias expulsadas y anunciaron en febrero la construcción de 5.000 viviendas antes de fin de año. Según ellas, el proyecto permitirá crear 17.000 viviendas y modernizará la ciudad.

Situada en el mar Rojo, la turística ciudad tiene como eslógan “Jeddah ghair” (“Yedá es diferente”), reflejando el nivel de libertad que ya tenía antes de las medidas de liberalización iniciadas por el príncipe heredero, dirigente de facto del reino.

Acogió en los últimos meses un festival de cine y un gran premio de Fórmula 1.

Entre los 30 barrios afectados por la demolición muchos albergaban una población mixta, de saudíes y extranjeros procedentes de otros países árabes o de Asia.

Vivían en Yedá desde hace 60 años

Según la organización de derechos humanos ALQST for Human Rights, algunas personas que ahí vivían desde hace 60 años han sido expulsadas tras haber sido privadas de agua y electricidad. Otras han sido amenazadas con la cárcel por no haber obedecido a las órdenes de expulsión, según esta fuente.

Fahd, un habitante del barrio de Galil, testigo de las primeras demoliciones en octubre pasado, afirma que las fuerzas de seguridad confiscaron los teléfonos móviles de los expulsados para impedirles filmar.

“Nos expulsaron de nuestras casas de la noche a la mañana, sin aviso”, afirma a la AFP.

A lo largo de los meses, las protestas se organizaron en las redes sociales con el hashtag #hadad_Jeddah (“Yedá_demolición”).

Demandas de indemnización

Ali al Ahmed, militante saudí e investigador en el Institute for Gulf Affairs de Washington, forma parte de los que se movilizaron, tras la conmoción inicial que golpeó a los residentes.

“Es inaceptable demoler casas de ciudadanos sin su consentimiento, y antes de indemnizarlos con importes que les permitan instalarse en otro lugar”, explica

En uno de los barrios arrasados, se encuentran órdenes de evacuación pegados en los escasos muros que aún están de pie, y que instan a los residentes a irse y a descargar documentos en un sitio gubernamental para obtener indemnizaciones.

Pero muchos habitantes dicen a la AFP no haber recibido nada hasta ahora.

De propietarios a inquilinos

“Han pasado meses y no he sido aún indemnizado. He pasado de ser propietario de una casa a alquilar, y tengo dificultades para pagar el alquiler” declara Fahd.

Antes de la llegada de las topadoras, Turki esperaba educar a sus hijos en la casa de su abuelo, la misma donde él creció.

La última vez que vio la propiedad familiar, rompió a llorar. “Con escombros por todas partes, parecía un escenario de fin de mundo”, dice.

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