"Quizás las vida es justo eso: un sueño y miedo", escribió Kubin en su diario en 1939.
Una visión de la existencia a la que el Museo Leopold de Viena dedica desde mañana una exposición de 248 piezas en la que sus trabajos, la mayoría dibujos en blanco y negro, se presentan junto a piezas "oscuras" de artistas de los que bebió, como Goya o Edvard Munch.
UN ALMA ATORMENTADA
El título de la muestra "Confesiones de un alma atormentada", ya deja claro el universo estético y anímico del artista.
Dibujos tan tempranos como "Mundo animal grotesco", de 1898, o "Campamento de gitanos", reflejan influencias tan antiguas como los seres de pesadilla de El Bosco o las apocalípticas escenas de Pieter Brueghel el Viejo.
Kubin tuvo una infancia difícil. Su madre murió cuando tenía 10 años, su madrastra un año después. Sufrió de depresión desde joven, un abuso sexual por parte de una mujer, tuvo crisis nerviosas que le obligaron a interrumpir estudios y la carrera militar, intentó suicidarse sobre la tumba de su madre...
"La vida y el arte no pueden separarse en el caso de Kubin", explica a Efe el director del museo y comisario de la muestra, Hans-Peter Wipplinger.
Así, igual que esas experiencias traumáticas marcaron su obra, también el arte fue para él una forma de procesar esas experiencias, en una especie de catarsis.
"Otra persona podría haber acudido a un psiquiatra, pero Kubin dibujó y, al menos, redujo sus miedos con ello, pero nunca se disolvieron", señala.
SUEÑO, APOCALIPSIS Y MONSTRUOS
La muestra no hace un recorrido cronológico de Kubin sino a través de "islas temáticas" cuyos nombres describen claramente su obras: "mundos soñados", "apocalipsis y el infierno de la guerra", "poderes monstruosos" "indefenso retorno a la nada"...
En este artista llama la atención que esos miedos existenciales y ese pesimismo se manifiestan años antes de los horrores de la I y la II Guerra Mundial, que tanto marcaron la obra del arte de la época.
"Es visionario porque creó estas cosas mucho antes de las dos guerras mundiales, pero no hay que olvidar que Kubin siempre fue una persona muy leída e informada, y también tenía el pasado y la historia en la cabeza", dice Wipplinger.
Kubin se interesó por la esencia, por la condición humana con la certeza de que no ha cambiado tanto a lo largo de los siglos, analiza el comisario de la exposición.
De hecho, en su caso, el horror de las guerras mundiales no necesariamente hizo su obra más oscura o más depresiva, sino que incluso, con la edad y la experiencia, se percibe más desapego.
"Pero es evidente que los miedos le acompañaron hasta su muerte", sentencia Wipplinger.
Kubin tiene piezas que hablan de sociedades distópicas en las que las masas son, literalmente, engullidas por un grotesco poder, como "Hacia lo desconocido", de 1900.
En otras, como "El Horror", "Cada noche nos visita un sueño" o "Epidemia", seres de pesadilla recorren el mundo y amenazan a humanos indefensos.
La muerte es la protagonista en piezas como "El mejor médico" o "El sueño", y los dibujos dedicados a la mujer están marcados por una fuerte misoginia, en la que la representa como un ser dominador, que subyuga al hombre con un poder erótico que aparece casi como demoniaco.
EXPRESIONISMO Y FANTASÍA
En el capítulo denominado "Cosmos primordial" aparecen seres deformes, de aspecto marino, que se interpretan dentro de una mitología de la mujer como diosa de la fertilidad que, al dar la vida, predispone también para la muerte.
Kubin, que fue parte del grupo de artistas expresionistas conocido como Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), influyó en pintores surrealistas, como Max Ernst, y se sabe que su trabajo fue apreciado por escritores como Stefan Zweig y Franz Kafka.
Wipplinger también afirma que sus composiciones, sus figuras y sus personajes "recuerdan mucho a figuras míticas, futuristas, al arte gótico" y que puede incluso intuirse en la literatura o el cine fantástico.
Kubin escribió en 1908 "Die andere Seite" ("La otra parte"), una novela fantástica que describe un opresivo país imaginario.
Parte de la obra de Kubin fue calificada como arte degradado por el nazismo.
El ilustrador vivió gran parte de su vida recluido en un palacete en Austria, aunque mantuvo una intensa relación por carta con artistas como Paul Klee, Kandinsky o Thomas Mann.