Escuelas de samba inician cuenta regresiva tras 2 años sin carnaval por covid

María Angélica Troncoso Río de Janeiro, 12 abr (EFE).- Mientras los devotos desempolvan vírgenes y crucifijos para las procesiones de Semana Santa, en medio de pinturas y lentejuelas, centenares de creativos de las escuelas de samba ultiman detalles para los desfiles del Carnaval de Río, un espectáculo que, tras apagarse a la fuerza por la covid-19 en Brasil, resucitará días después de la Pascua en el Sambódromo.

/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2074

Cancelados en 2021 por la pandemia y aplazados dos meses más este año —también por el virus—, los desfiles de las escuelas de samba ansían encontrarse y animar de nuevo a su público, esta vez entre el 20 y el 24 de abril.

El carnaval —término derivado del italiano "carne vale", que significa "adiós a la carne"— se realiza tradicionalmente antes del miércoles de ceniza de la religión católica, para botar la casa por la ventana en medio de juerga y diversión y así poder dedicar luego 40 días de abstinencia en el consumo de carne, alcohol y otros placeres mundanos durante la denominada Cuaresma.

A menos de dos semanas del evento, cientos de artesanos, soldadores, carpinteros, diseñadores, costureros, coreógrafos, arquitectos y mecánicos dan los retoques finales a disfraces y carrozas en la Ciudad de la Samba, una labor que Efe pudo constatar, pese a estar resguardada bajo el más estricto sigilo.

LOS "BARRACOES"

El trabajo se realiza en pleno centro de Río de Janeiro, a solo un par de cuadras del puerto de la ciudad y en un espacio de 92.000 metros cuadrados, equivalente a unas 14 canchas de fútbol.

Allí, los equipos de las 12 escuelas de samba del Grupo Especial elaboran en sus galpones los aditamentos que darán "el toque mágico" a los desfiles, considerados el mayor espectáculo del planeta al aire libre por la originalidad de trajes y disfraces, la majestuosidad de sus carrozas y la alegría de su música.

Ataviados de máscaras, caretas y lentes especiales, algunos dedican horas a soldar metales para elaborar los soportes de las "passistas" (bailarinas de samba) en los carros alegóricos, mientras que el departamento de pintura se encarga de dar brillo y color a decenas de objetos que adornarán y llenarán de vida los carruajes.

Del primero al quinto nivel, el movimiento es constante en los galpones, con grupos de personas desplazando piezas gigantes o abasteciendo espumas y lentejuelas para la ornamentación.

El orden y la limpieza no son prioridad en los galpones que semejan a un gigantesco taller.

Retazos de telas adornan el piso en la sección de costura, series de tocados multicolores se apiñan sobren mesas eternas o en el suelo, y, en donde se levantan los carros alegóricos, varas de hierro obstaculizan el paso.

En medio de andamios y poleas, unas 400 personas trabajan por turnos hasta la madrugada en un ambiente que concentra olores de pintura y pegamento por doquier.

Allí no faltan las sambas para sacar sonrisas y animar la jornada, aunque predomine el ritmo de los taladros y el agudo pitido de las soldadoras.

DOS AÑOS DE ESPERA

Aunque año tras año esa es la rutina a pocas semanas del carnaval, por estos días esa labor se siente como algo surrealista.

"Llevamos en este proyecto del carnaval dos años y dos meses en la expectativa de ponerlo en práctica", señaló a Efe la escenógrafa y carnavalesca Marcia Leal que, junto con su marido, Renato Lage, coordina todo el montaje y la coreografía de la Portela, una de las escuelas más tradicionales de Río y que, con 22 títulos en sus casi 100 años de existencia, es la mayor vencedora del Carnaval.

Y es que son dos años de espera, pues el último carnaval tuvo lugar en febrero de 2020, pocos días antes de que el famoso coronavirus llegara al país.

Dos años que también dejaron un rastro de hambre e impotencia entre los que trabajan para los desfiles, que tienen en esta labor su único sustento, pues el montaje de cada espectáculo toma más de 10 meses de preparación y va desde la selección de la historia (enredo) y su musicalización hasta la puesta en escena.

Para Sheila Batista, quien coordina la ornamentación de las carrozas en Portela y lleva más de 20 años dando vida a los desfiles, volver al barracao ha sido una de las mejores cosas que le han pasado en la vida.

"Yo estaba acostumbrada a trabajar todos los años con el carnaval y, de la nada, todo paró y usted se queda sin ingresos (de dinero) y sin ninguna estructura", aseguró.

Desde el año pasado y de a pocos —porque las restricciones de la pandemia así lo exigían— cada uno de los miembros de esta gran familia portelense fue llegando al galpón para dar forma al desfile que este año rendirá honor al sagrado árbol del baobab.

A un paso de hacer posible algo tan esperado, la expectativa es "grande" en la Portela, que —este 23 de abril y con más de 3.000 participantes en el desfile— espera dejar nuevamente en alto el nombre de la escuela.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...