La denominación deriva del yacimiento de la Grotte des Fées, en la localidad de Châtelperron (Francia), país que, junto con el norte de la península ibérica, alberga la totalidad de los emplazamientos chatelperronienses de Europa y que en España tiene uno de sus mayores referentes en el yacimiento de Aranbaltza, en Vizcaya (norte).
En este taller de talla lítica al aire libre, un grupo internacional liderado por el arqueólogo del Museo Arqueológico de Bilbao Joseba Rios Garaizar ha constatado por primera vez la extinción, hace 45.000 años, de los últimos neandertales de cultura musteriense de la región cantábrica y su reemplazo mil años más tarde por otros congéneres que trajeron consigo a la península la novedosa tecnología chatelperroniense.
Un descubrimiento, publicado ahora por la revista científica "PLOS ONE", que constata la fragilidad de las últimas poblaciones neandertales e incluso su "extinción local" antes incluso de la llegada de los humanos modernos a lugares como la cordillera cantábrica, pero que también pone de manifiesto el éxito relativo que la tecnología chatelperroniense concedió durante otros dos milenios más a aquellos neandertales que la adoptaron.
POCOS RECURSOS Y CRISIS DEMOGRÁFICA
Según explica Rios Garaizar en una entrevista concedida a EFE, la posible extinción o tal vez abandono de la región cantábrica por los neandertales musterienses pudo haber estado ligada a "un problema de disponibilidad de recursos" junto a, tal vez, una "crisis demográfica" de unas poblaciones que "cada vez se iban haciendo más pequeñas" y se volvían "más frágiles" ante las epidemias o las catástrofes naturales y meteorológicas.
Esta serie de problemas, aclara el arqueólogo, ya se aprecian en otros yacimientos, cuyos fósiles presentan una serie de patologías probablemente asociadas a la consanguinidad, hacen pensar que las viejas redes de "intercambio de ideas y de genes que tuvieron activas los neandertales durante milenios se habrían empezado a romper y disgregar" colaborando a su extinción.
En este contexto, los sedimentos de Aranbaltza demuestran que solo mil años después, hace unos 44.000 años, llegaron a la zona cantábrica unos nuevos neandertales, que reemplazaron a los anteriores, provistos de una tecnología chatelperroniense desarrollada en tierras de la actual Francia, "coincidiendo casi al milímetro" con el avance de los humanos modernos desde el este y como "respuesta" a las "nuevas ideas y necesidades" que estos traían consigo.
Para ello, los neandertales cambiaron "de manera radical su tecnología y su forma de vida" y, como desvela Ríos Garaizar, comenzaron a confeccionar "objetos de adorno", como colgantes, de los que antes había muy pocos, así como nuevas herramientas de hueso, madera y piedra.
Especialmente nuevas puntas de lanza (conocidas como "puntas de Chatelperron") de una forma más "estandarizada" que les permitió crear láminas y laminillas "más largas que anchas", más ligeras y que facilitaban además una rápida sustitución en caso de ruptura de las cabezas de las lanzas y que tal vez conllevaron también un cambio en las técnicas de caza.
UN "CANTO DEL CISNE" DE LOS NEANDERTALES
"Es como una especie de canto del cisne de los neandertales que resulta especialmente interesante porque no hay muchos yacimientos chatelperronienses", aunque se trata de "una tecnología muy clara y muy fácil de identificar" que nos permite visualizar a los últimos de su especie "intentando adaptarse a una nueva situación", describe Ríos Garaizar.
Al parecer este cambio tecnológico permitió a estos neandertales cierto éxito porque durante un breve espacio de tiempo se creó en el occidente de Europa una especie de "territorio chatelperroniense" con cinco regiones diferenciadas: el Cantábrico peninsular; el norte de Cataluña y el sudeste francés; el suroeste galo, la región de Charente y el entorno de París.
Pero solo mil años después ellos mismos se extinguieron y un poco más tarde llegaron allí los humanos modernos, explica.