Para poner fin a las hostilidades propuso una serie de exigencias, hasta ahora rechazadas por el Gobierno de Volodimir Zelenski.
Estas son algunas de las consecuencias de un terremoto geopolítico que se convirtió en terremoto económico, según AFP.
Materias primas al alza
El conflicto disparó los precios de las materias primas, empezando por el petróleo.
El barril de Brent del Mar del Norte valía US$ 90 en febrero y alcanzó los 139,13 el 7 de marzo, el nivel más alto desde la crisis financiera de 2008. Desde entonces se ha mantenido muy volátil.
La subida se nota en las gasolineras, obligando a muchos países a tomar medidas, como las rebajas fiscales en Suecia o la limitación de precios en Hungría.
A diferencia de EE.UU., la Unión Europea, muy limitada por su dependencia de Moscú, decidió de momento no imponer un embargo a los hidrocarburos rusos, aunque quiere independizarse de la energía rusa en 2027.
En la estela de los precios de la energía, los metales producidos en Rusia, como el níquel o el aluminio, también se han disparado hasta niveles sin precedentes, provocando un aumento de los costes de producción.
También volvieron las rupturas en las cadenas de suministro, sobre todo en la industria del automóvil, como ya ocurrió con la pandemia de covid-19.
Seguridad alimentaria
“La guerra en Ucrania significa hambre en África”, advirtió el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la ONU alertó de un “huracán de hambrunas”.
El conflicto actual implica a dos superpotencias agrícolas, Rusia y Ucrania, que representan el 30% de las exportaciones mundiales de trigo, por lo que la subida de los precios de los cereales y del aceite fue inmediata.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) advierte que, si la guerra continúa, entre 8 y 13 millones de personas suplementarias podrían sufrir desnutrición en todo el mundo.
De momento ningún barco está saliendo de Ucrania y la siembra de primavera podría ser entre un 25% y un 40% inferior a lo habitual.
Aunque Estados Unidos, India y Europa podrían sustituir parte del trigo que faltará, la situación es más compleja para el aceite de girasol y el maíz, de los que Ucrania era el primer y cuarto exportador mundial, respectivamente.
Temor a un default ruso
El año 2022 comenzó con resultados empresariales que auguraban una reactivación económica tras el covid-19. Sin embargo, la guerra sumió a los mercados en un estado febril.
En Rusia, las sanciones occidentales han paralizado parte del sistema bancario y financiero y provocado la caída del rublo hasta 177 rublos por dólar el 7 de marzo, frente a los 75 por dólar de principios de febrero.
Además, unos US$ 300.000 millones de reservas rusas en el extranjero fueron congeladas. Estas medidas hicieron temer un default ruso por primera vez desde 1998, que finalmente no se produjo. La bolsa de Moscú estuvo cerrada casi tres semanas, reabrió el pasado lunes.
El dilema de Occidente
Cientos de empresas occidentales han anunciado su retirada o al menos la congelación de sus actividades en Rusia, de forma voluntaria o involuntaria, bien por miedo a las sanciones, a la opinión pública o por presión política.
Grandes empresas como la petrolera británica BP, Ikea, McDonald’s o Coca- Cola decidieron congelar sus actividades en Rusia.
Otras, en cambio, decidieron continuar su actividad argumentando que no podían abandonar a sus empleados o privar a la población de productos básicos.
Frenazo económico
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) prevé una reducción de un punto en el crecimiento económico mundial por el impacto de la guerra y el FMI tiene previsto rebajar su previsión, actualmente de 4,4% para 2022.
El 18 de marzo, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), el FMI y el Banco Mundial dijeron estar “profundamente preocupados” por “la ralentización del crecimiento, las interrupciones del comercio” y un impacto especialmente grave en “los más pobres y vulnerables”.