El público reunido una tarde de marzo en Limoges, ciudad del centro rural de Francia famosa por su porcelana, rompe en aplausos cuando la candidata del Partido Socialista (PS) a la presidencia hace acto de presencia.
Todo tiene tintes de un mitin al uso. Banderas de Francia, de la Unión Europea (UE) y, como marca la actualidad, de Ucrania, carteles con el lema “Hidalgo! 2022″. Pero en el ambiente planea el fantasma de una derrota el próximo 10 de abril.
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“¡Les llamo a la constancia y al valor! ¡Creamos en nosotros mismos, creamos en vosotros!”, pide a modo de conclusión Hidalgo, nacida en España en 1959, al medio centenar de simpatizantes, tras detallar sus propuestas sociales y ecológicas.
Sin embargo, con un 3% de intenciones de voto según los sondeos, lograría el peor resultado de un partido histórico, que contó con dos presidentes --François Mitterrand (1981-1995) y Hollande (2012-2017)-- desde la llegada de la Quinta República en 1958.
Y si no logra superar el 5%, en lugar de optar a los ocho millones de euros (8,8 millones de dólares) de indemnización como máximo, sólo podría recuperar de las autoridades hasta 800.000 euros, un nuevo revés financiero.
“Si a un mal resultado en la presidencial se le suma una debacle en las legislativas” del próximo junio, “la cuestión de la supervivencia del partido en su forma actual aparecerá”, dice Frédéric Sawicki, profesor de Ciencias Políticas de la universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne.
“Aunque haya murmullos, existimos”
En 2017, tras un revés en ambos comicios, el PS tuvo que vender “Solferino”, su histórica sede de París, e irse a las afueras de la capital. En febrero de 2021, responsables de la formación reconocían una “situación financiera difícil” para la actual campaña presidencial.
“Me niego a creer que la izquierda encarnada por el PS vaya a morir (...) Es una candidata sólida”, asegura a la AFP en Limoges Osiris Malbranque, militante socialista de 26 años.
La juventud de Malbranque contrasta en el “Pavillon Buxerolles” con una mayoría de jubilados, como Josiane Sauriat, una exenfermera de 80 años optimista sobre el futuro del PS: “Aunque haya murmullos, existimos”.
Sin embargo, la falta de entusiasmo se sintió incluso en el discurso del invitado estrella, el expresidente Hollande, que llamó desde ya a “reconstruir la izquierda” tras las elecciones.
Hollande se ha implicado poco en la campaña e hizo incluso el amago de sustituir a Hidalgo, al asegurar en enero que “por el momento” no era candidato.
Para Sawicki, movilizar a Hollande en la campaña obedece a una “estrategia de la desesperación”, ya que “muchos votantes lo consideran el enterrador del PS y de la izquierda” y “responsable” en parte del éxito del actual mandatario, Emmanuel Macron.
“Fidelidad”
En 2007, como primer secretario del PS, ya se le criticó por la falta de apoyo del partido a la entonces candidata a la presidencial Ségolène Royal, que con casi un 47% de votos perdió el balotaje frente al conservador Nicolas Sarkozy.
Pero en un paisaje político sacudido aún por la llegada del centrista Macron, los socialistas se juegan mucho más que una elección. En 2017, Macron, entonces ministro de Hollande, ya atrajo a varios de sus referentes, como el actual canciller Jean-Yves Le Drian.
El candidato socialista en esas elecciones, Benoît Hamon, sólo obtuvo un 6,36% de sufragios y acabó dejando el partido. Del total de los electores que votaron por él, sólo un 13% escogerá ahora a Hidalgo, según un sondeo realizado a mediados de marzo por Harris Interactive.
El profesor de Ciencias Políticas lo atribuye a la “incapacidad del PS a mostrar que sacó las conclusiones” del mandato de Hollande y la derrota de 2017 y a escoger una “línea estratégica clara”: entre acercarse al centroizquierda liberal o a la izquierda radical.
De los candidatos de izquierda, Jean-Luc Mélenchon (izquierda radical) es el único que supera la barrera del 10% en los sondeos, como en 2017. Pero no logró aprovechar ese éxito para asentarse en un espacio cada vez más atomizado.
El PS cuenta aún con un importante poder local y regional, pero otra “cruenta derrota” podría hacer peligrar la “fidelidad” de estos representantes que, según Sawicki, podrían estar tentados de declararse apartidistas o de acercarse a Macron o a los ecologistas.