En el Uruguay de 1955 una recién estrenada obra teatral llenó la taquilla inesperadamente: un espectador había, literalmente, muerto de risa en la primera función. El tragicómico mérito era de Concepción ‘China’ Zorrilla (1922-2014).
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Como predijo su abuelo, el poeta Juan Zorrilla de San Martín, a la entonces niña, que este lunes 14 de marzo cumpliría un siglo de vida, le corría la actuación por las venas.
"Me vas a dar el gusto y serás actriz", le habría dicho de niña, según cuenta en entrevistas, y la joven, que interpretó primero para la familia, partió con 24 años a Londres a estudiar teatro.
En 1948 regresó a Uruguay, se incorporó en 1948 al elenco del gobierno de Montevideo, la Comedia Nacional.
Allí vivió por 11 años la que consideró "su época más feliz", pues, además de hacer unos 40 títulos, tuvo la libertad de desmarcarse al escribir, traducir y dirigir obras.
“Fue una de las primeras de Latinoamérica en dirigir obras de teatro”, remarca el director de la Comedia Nacional, Gabriel Calderón, quien asegura que la impronta de Zorrilla “quedó marcada” en la compañía fundada en 1947.
Popular sin descender
Discípula de la española Margarita Xirgu (1888-1969), maestra del elenco junto a la que interpretó “Bodas de sangre”, de Federico García Lorca, Zorrilla fue, para Calderón, la “cabal demostración” de que “no es necesario descender para agradar”, algo que Xirgu pregonaba mucho.
Según el director, no renunció "a un ápice del arte" y aun así convocó a un público masivo.
"Ella agradaba, en cualquier conversación se volvía centro, era muy amable, simpática y popular, pero era capaz de un arte extremo, de hacer los autores más difíciles y las actuaciones más complejas", resalta quien considera la figura de Zorrilla fundamental hasta hoy.
"Sigue siendo un faro que nos enseña, que nos 'matriza' en que no solo no es necesario descender para agradar, sino que, como decía, hay que tener una serena confianza en el talento y en los modos, porque el público va a agradecer y venir hacia él", recalca.
Amigo de Zorrilla, el director Mario Morgan dice que era algo “puritana”.
"Consideraba que había palabras que no se debían decir arriba de un escenario y, a medida que el mundo fue cambiando y se hizo más boca sucia, los problemas eran mayores", acota, y recuerda discutir cuando le pedía eliminar las "palabrotas".
Don de humor y cuentos
El don de Zorrilla para hacer reír es innegable y Calderón se remite al estreno de la pieza “Fin de semana”, de Noël Coward, donde aquel espectador murió de risa, para ilustrarlo.
"Esa anécdota hizo que la obra fuera un éxito y que todo el mundo llenara; no sabemos si querían morir de risa pero sí querían ver qué era lo que hacía allí China, que la dirigió y protagonizó; eso marca su impronta", señala.
En una entrevista, la artista que desarrolló gran parte de su carrera en Buenos Aires, adonde se mudó en 1971, remarca que las máscaras del teatro "son del mismo tamaño, la tragedia no es más grande".
Calderón recalca, con dichos de la actriz, que ella reivindicó una comedia "tan peligrosa y dolorosa" como su gemela trágica porque "un humor bien hecho y fuerte es peligroso".
Morgan añade que a Zorrilla “no le gustaba ensayar” porque “redondeaba fácil” y opina que era “una cuentista por naturaleza”, equiparable en algún sentido hasta al estilo del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
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"Para contar su vida tenía ese poder de poesía o, mejor dicho, humor. Tenía risa, con China te reías mucho", resume.
Además, quien resalta su faceta menos conocida de escribir canciones para musicales con un fuerte apoyo en las rimas, destaca su "sentido del ritmo".
"De pronto te decía en voz baja 'ya', porque el tiempo que generalmente demora el actor no es el tiempo que requiere la comedia, que es en lo que tenía el timing (ritmo) perfecto", subraya.
En los ojos
Para la actriz argentina Soledad Silveyra, Zorrilla fue una mentora y consejera sin igual.
Desde que la conoció como coprotagonista de la novela “Pobre diabla”, quiso seguir sus pasos y, hoy, cuando mira fotos suyas de esa época, se ve a sí misma de joven mirándola fijamente con “amor” en los ojos.
"Me conmueve esa piba mirando a esa mujer poniéndose un sombrerito, con esas caritas que hacía la China, admirándola profundamente y siento que la tengo adentro mío, que hay cosas como actriz en que a veces tengo la tonalidad de ella", cuenta.
Recordada por sus papeles en teatro (“Emily” o “El camino a La Meca”), sin duda la televisión o el cine la llevaron al estrellato con papeles tan inolvidables como Elvira, una malvada nuera en la película argentino “Esperando la carroza”, o Elsa, la protagonista de una historia de amor entre ancianos -junto al español Manuel Aleixandre- en la deliciosa “Elsa y Fred”.