Además, Guinea-Bisáu sufrió este martes un intento fallido que provocó un fuerte tiroteo en torno al palacio presidencial, donde transcurría una reunión extraordinaria del Consejo de ministros presidida por el presidente del país, Umaro Sissoco Embaló.
El presidente de turno de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), el jefe de Estado ghanés Nana Akufo-Addo, alertó este jueves, en una cumbre de ese bloque, de que se trata de una “peligrosa tendencia” que hay que atajar “de forma colectiva y decidida, antes de que arrase toda la región”.
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A pesar de que la situación actual recuerda a la de los golpes de Estado que se sucedieron entre la década de 1960 -cuando la mayoría de los países africanos obtuvo la independencia- y 1990, para Ornella Moderan, responsable del programa Sahel del Instituto de Estudios de Seguridad sobre África (ISS) radicada en Bamako (Malí), las causas no son las mismas.
"Estamos en un contexto democrático, al menos en apariencia, lo que no era el caso en esa época, y más bien confrontados a una crisis de las democracias actuales por el modo en que funcionan", explica Moderan a Efe por teléfono.
Para Siaka Coulibaly, analista político burkinés y autor del libro Golpes de Estado: legitimación y democracias en África (2013, Editorial Harmattan), el detonante de los últimos golpes de Estado es la gobernanza política.
"Son regímenes en los que el poder parece democrático, porque el presidente es elegido por sufragio universal, pero la gestión del poder es casi una dictadura", indica a Efe Coulibaly.
En Guinea-Conakri, el golpe de Estado tuvo lugar en septiembre de 2021 tras el cambio de Constitución realizado por el entonces presidente, Alpha Condé (2010-2021), para mantenerse en el poder por un tercer mandato prohibido por la anterior Carta Magna.
En Mali, el primero de los dos golpes de Estado, en agosto de 2020, sucedió después de repetidas manifestaciones populares que exigían la dimisión del presidente Ibrahim Boubacar Keïta y que se organizaron tras el intento de manipulación de los resultados de las elecciones legislativas.
"En los dos casos -subraya Moderan-, era una oposición a un sistema político injusto y corrompido".
En Burkina Faso, el golpe ocurrió el pasado 24 de enero después de una escalada del descontento social por la inseguridad generada por la violencia yihadista, un escenario que también comparte Mali.
El caso de Guinea-Bisáu diverge de los demás, en el sentido de que, según las autoridades, los implicados estarían involucrados en el narcotráfico, un gran problema de ese país, que destaca como uno de los principales puntos de tránsito de la cocaína que llega de América Latina a Europa.
Apoyo ciudadano
En Burkina Faso, “los ciudadanos estaban cansados de la gobernanza de Roch Kaboré y, sobre todo, el principal factor es la imagen que daba de incapacidad para modificar la situación”, apunta Coulibaly, al señalar no sólo la inseguridad yihadista sino también la corrupción como desencadenantes del descontento social.
"Todo eso hacía que la población estuviera exasperada de este régimen, lo que ha hecho que apoyen el golpe", agrega el analista.
Lo mismo sucedió en Guinea-Conakri, donde un sondeo de opinión realizado una semana después del golpe por la Asociación Guineana de Ciencia Política reflejaba que más del 64 % de la población consideró que llegó en un buen momento, explica a Efe su director y analista político guineano, Kabinet Fofana.
El apoyo ciudadano a los militares en los tres países se debe, según Moderan, a la "exasperación" de las poblaciones "por un sistema político que no funciona, que no resuelve sus problemas y que no presta atención a sus prioridades".
Vuelta al orden constitucional
La CEDEAO ya ha llamado a los tres países a volver al orden constitucional retirándolos de sus instituciones e imponiendo sanciones.
Fofana asegura que, en el caso de Guinea-Conakri, la mayoría de los guineanos desea esa vuelta rápida al orden constitucional, sin dejar de criticar que la CEDEAO no condenó suficientemente a Condé por el polémico cambio de la Constitución.
En el caso de Mali, Moderan afirma que la vuelta al orden constitucional es importante, "pero aún lo es más devolver el sentido al proceso democrático porque hacer elecciones por hacerlas no resuelve los problemas de fondo".
Por su parte, Coulibaly cree que en Burkina Faso "la opinión general no querría hablar aún de democracia, pero es un discurso que es difícil de hacer pasar dado que la comunidad internacional insiste en eso. Si no, la población no tiene ganas de esas elecciones que no tienen legitimidad".
"No podemos celebrar elecciones ahí donde el Estado no puede ofrecer seguridad, no tiene sentido", añade.
Amenaza yihadista
No son pocos quienes temen que la inseguridad yihadista se agrave debido a los golpes de Estado en la región.
Coulibaly es optimista y asevera: "los militares saben ya cuáles son los diferentes problemas que bloqueaban una lucha contra el terrorismo eficaz y van a corregir eso".
Pero Moderan considera que la situación sigue siendo preocupante.
Para la experta del ISS, no es solo una cuestión de medios para combatir el yihadismo, sino también de estrategia.
Si ésta es “ultra militarizada” cuando los grupos armados también tienen demandas políticas, agrega, se hace necesario un enfoque político y global, “algo que es poco probable ver con los militares” en el poder.