Bajo embargo de Estados Unidos desde 1962, Cuba comenzó a desarrollar sus propias vacunas en los años 80, descubriendo la primera contra la meningitis B, y en la actualidad casi el 80% de las vacunas que incluye en su programa de inmunización son fabricadas en la isla.
La autoridad regulatoria cubana autorizó en julio pasado el uso de emergencia de Abdala, la primera de América Latina, con una efectividad del 92,28% contra el riesgo de contraer covid con síntomas. Mientras que en agosto avaló a Soberana 02 y Soberana Plus.
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“La vacuna Abdala ya presentó su expediente. Nosotros tenemos que presentar dos expedientes por Soberana 02 y otro por Soberna Plus”, dijo Vicente Vérez, director del Instituto Finlay de Vacunas, el laboratorio que desarrolló las soberanas.
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El científico señaló que los laboratorios que desarrollan las vacunas cubanas cuentan con datos muy valiosos de primer nivel y “no tienen nada que envidiarle a los ensayos clínicos de ninguna multinacional”.
Sin embargo, “en términos de instalaciones productivas y el cumplimiento de altos estándares, de buenas prácticas de manufactura, hay cosas que tenemos que ir completando, que hay que ir ajustando”, admitió, al señalar que el proceso para presentar el dossier ante la OMS es “largo, engorroso, complejo y costoso”.