Belén recibe una segunda Navidad en pandemia a causa de la variante ómicron

Belén (Cisjordania ocupada), 24 dic (EFE).- Belén, cuna del cristianismo, vive hoy la segunda Navidad en modo pandemia, en la que la ausencia de peregrinos se nota no solo en las calles vacías y celebraciones mermadas sino también en los bolsillos de la población local, dependiente en buena parte de los ingresos por el turismo.

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Tras vivir en 2020 una de las peores Navidad de las que tienen memoria, los habitantes palestinos de Belén, en Cisjordania ocupada, confiaban en que 2021 les permitiría recibir las fiestas en un clima de normalidad, con decenas de miles de turistas colmando la Plaza del Pesebre para observar la llegada del patriarca latino de Jerusalén a la Basílica de la Natividad. Y luego, llegó la variante ómicron.

Aunque la situación hoy ya no sea la misma que el año pasado, con buena parte de la población ya vacunada, menos restricciones y sin la obligatoriedad del uso de mascarillas, la amenaza de la nueva cepa llevó a Israel -que también controla las fronteras de los territorios palestinos- a reimponer el veto al ingreso de turistas extranjeros, privando a Tierra Santa de uno de los ingredientes principales de las celebraciones navideñas: los peregrinos internacionales.

Así, si en 2020 los festejos íntimos entre las familias locales de Belén podían parecer una anécdota pintoresca, la continuidad de las restricciones este año ha agotado a los comerciantes de la ciudad, que ya no saben cómo enfrentar una crisis que parece no tener fin.

"Otras Navidades sin turistas ni peregrinos. Llevamos dos años en que hay días que no abro la tienda porque me sale más caro abrir que quedarme en casa", explica a Efe Mike, que ofrece artesanías en la simbólica plaza, donde algunos pocos viandantes venden maíz y café y que desde hace algunas semanas está decorada con el imponente árbol que se hace presente todos los años para estas fechas.

"Al menos hoy, con la poca gente que venga de Jerusalén o Ramala, venderé algún recuerdo", agrega Mike con cierto optimismo por la llegada de turistas locales, que el año pasado tampoco pudieron acudir a causa de las restricciones de movimiento internas.

Si bien la mayoría de los palestinos cristianos que viven en Tierra Santa son ortodoxos y celebran la Navidad en enero, hay también una comunidad católica, que festeja para estas fechas.

Uno de ellos es Mahmud, católico residente de la ciudad cisjordana de Ramala, que se trasladó a Belén junto a su esposa y sus dos hijas. "Poder verlo sin aglomeraciones de turistas es una suerte para nosotros, pero entiendo que para la gente de Belén que vive del turismo es dramático pasar otras Navidades así", señala a Efe.

A pesar de las dificultades que enfrentan, los residentes locales se volvieron a esmerar este año para decorar la ciudad con luces de colores y un sinfín de adornos navideños, sobre todo en la calle de la Estrella, arteria principal del centro de la ciudad, por la que desfiló el patriarca Pierbattista Pizzaballa en su habitual peregrinaje desde Jerusalén hasta la Natividad, donde según la tradición cristiana estaba el portal en el que nació Jesús.

Allí fue recibido por los representantes de las distintas confesiones cristianas, antes de atravesar agachado la pequeña puerta de entrada a la iglesia.

La misma calle de la Estrella la recorrieron también los múltiples grupos de "scouts" palestinos que, con sus diversos uniformes, sus tambores y sus gaitas, ofrecieron el espectáculo más colorido de la jornada y se convirtieron en la banda sonora de una Navidad tristemente silenciosa.

Particularidades como los "scouts" o la posibilidad de visitar la Natividad fueron también un consuelo para muchos de los residentes extranjeros de Tierra Santa que, debido a las restricciones impuestas por Israel a los viajes al y desde el exterior, no pudieron viajar a celebrar la Navidad con sus familias.

"Como no he podido ir a casa por Navidad, he decidido venir a pasar el día a Belén", dijo a Efe Catherine, una trabajadora humanitaria francesa radicada temporalmente en Jerusalén, que describió su visita a la cuna del cristianismo como "otra forma especial de pasar la Nochebuena".

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