Pese a haberse visto obligado a matizar algunas de sus ideas más polémicas tras ganar la primera vuelta del 21 de noviembre con el 27,9 % de los votos, sigue siendo el candidato presidencial más derechista desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y el fondo de su programa apenas ha cambiado.
Mano dura contra la violencia y la delincuencia, zanjas para frenar la migración, recuperar el esplendor económico de Chile, férrea oposición al matrimonio gay y al aborto o defensa a ultranza del libre mercado y el minimalismo tributario son sus axiomas.
"Fuimos un modelo para el mundo y tenemos que lograr recuperar eso (...) No quiero ser un presidente que levante el puño, quiero ser un presidente que abra la mano y acoja", indicó el lunes en el último cara a cara contra el diputado de izquierdas Gabriel Boric.
Sí ha dado marcha atrás, por ejemplo, en la privatización de Codelco (la mayor productora de cobre del mundo), la concesión de beneficios especiales a las parejas casadas o la fusión del Ministerio de la Mujer con otra cartera.
"Cuando uno comete un error tiene que disculparse y yo le pido perdón a cada una de las mujeres a cuales les pudo haber afectado nuestro programa", afirmó a principios de diciembre.
También ha tenido que reconocer que su plan para recortar de un 27 % a un 17 % los impuestos a las empresas es inviable actualmente, aunque dijo que la medida estará "supeditada al crecimiento del país".
FUERTE EN REGIONES
La baza que más le ha servido hasta ahora es el orden y la seguridad, hasta el punto de que buena parte del país le ve como el único capaz de devolver a Chile la "paz" que tenía antes de la ola de protestas de 2019, las más graves desde el fin de la dictadura, con una treintena de muertos, miles de heridos, saqueos e incendios.
Llama "violentistas" a los manifestantes que se enfrentan a los cuerpos de seguridad y asegura que en La Araucanía, donde existe desde hace décadas un conflicto territorial entre indígenas mapuche y forestales, hay "terrorismo".
Precisamente el sur es uno de sus bastiones, junto con el norte, donde promete solucionar la profunda crisis migratoria con la construcción de una zanja de cientos de kilómetros al más puro estilo Donald Trump.
El expresidente estadounidense y el mandatario brasileño Jair Bolsonaro son sus referentes, aunque es menos estrafalario que ellos. También es muy cercano al partido español VOX y hace unos días se reunió con el opositor venezolano Leopoldo López.
Entre sus promesas estrella en materia de seguridad pública está un nuevo Estado de Emergencia donde se pueda arrestar a las personas en sus propias moradas o en lugares que no sean cárceles.
"Carabineros (cuerpo policial) debe cumplir con la ley. No vamos a hacer nada que esté fuera del marco legal", se defendió el lunes en el cara a cara con Boric, a quien los sondeos sitúan levemente por encima.
VIEJO CONOCIDO DE LA POLÍTICA
Pese a que le gusta venderse como un "outsider", Kast es un viejo conocido en política: fue diputado durante 16 años, militante por dos décadas en la Unión Demócrata Independiente (UDI) y candidato independiente en las pasadas presidenciales, donde apenas alcanzó el 8 % de los votos.
En 2019, fundó el Partido Republicano, con el que concurre a estos comicios, en los que se ha conseguido el apoyo transversal de toda la derecha, desde sus antiguos compañeros de UDI hasta los liberales de Évopoli.
Sus lazos con la dictadura le han costado más de un dolor de cabeza, sobre todo días antes de la primera vuelta, cuando en un encuentro con corresponsales extranjeros quiso diferenciar el régimen Pinochet de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Según afirmó, la transición en Chile se dio tras unas "elecciones democráticas", en las que "no se encerró a los opositores": "Dígame si las dictaduras entregan el poder a la democracia y si hacen una transición a la democracia y se respeta. Eso es lo que no hacen otros países y en Chile se hizo", insistió entonces.
Su complacencia no es nueva. De hecho, apoyó la continuidad de Pinochet en el plebiscito de 1988 -uno de sus muchos hermanos fue ministro del régimen- y al inicio de la campaña solía repetir que el general votaría por él de estar vivo, algo que en la recta final apenas ha mencionado.
Abogado, de 55 años, profundamente católico y con nueve hijos, hace unas semanas volvió a rodearle la polémica cuando salió a la luz que su padre, de origen alemán, perteneció al partido nazi.
Kast ya había comentado en alguna ocasión que su padre fue parte de las Fuerzas Armadas unificadas de la Alemania nazi (Wehrmacht) durante la Segunda Guerra Mundial tras un "reclutamiento forzado", pero nunca admitió su afiliación: "Yo y toda la familia aborrecemos a los nazis", aclaró hace unos días.