Mohibullah, refugiado como cientos de miles de sus compatriotas en el sur de Bangladesh tras huir de la violencia en su natal Birmania (Myanmar) en 2017, fue asesinado el miércoles al anochecer en uno de los campamentos de Ukhia, en la provincia de Cox's Bazar, por un grupo de asaltantes que no han sido identificados.
El líder fundó junto a varios voluntarios la Sociedad Arakan Rohinyá para la Paz y los Derechos Humanos (ARSPH) para recopilar pruebas del presunto genocidio por parte del ejército birmano durante su ofensiva en el estado occidental de Rakhine, donde los rohinyás han estado viviendo durante generaciones.
INQUIETUD EN LOS CAMPAMENTOS
"Para nosotros es muy triste, nuestros líderes están siendo asesinados uno por uno y nos veremos desprovistos de líderes si esto continúa", dijo a Efe Nadir Hossain, un refugiado rohinyá simpatizante del ARSPH y residente en un campamento de Ukhia.
Illias Hossain, otro miembro de esta perseguida minoría mayoritariamente musulmana y que vive en un campamento de refugiados de Teknaf, lamentó a Efe que Mohibulla era una parte clave de la comunidad y era un interlocutor importante en las conversaciones sobre una posible repatriación.
El líder de esta minoría saltó a la fama en 2019 cuando representó a la comunidad rohingyá durante las reuniones con delegaciones de alto nivel en el campamento de Cox's Bazar.
Ese mismo año viajó a Ginebra para describir la difícil situación de los rohinyás al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
"No sabemos cómo fue asesinado pero estamos muy tristes, era un buen líder y no encontraremos a alguien como él. Lo dio todo por el bienestar de los rohinyás", dijo Hossain.
OPOSICION DEL GRUPO GUERRILLERO ARSA
El hermano menor del líder asesinado, Habibullah, dijo a Efe que una veintena de hombres armados irrumpieron en la oficina de Mohibullah mientras éste estaba reunido con varios seguidores.
"Dispersaron a sus seguidores y le dispararon en el cuerpo. Fue alcanzado por tres balas", dijo su hermano, que todavía está a la espera de recibir el cadáver de la morgue del hospital.
Aunque por el momento se desconoce la identidad de los asaltantes, el papel de Mohibullah como líder comunitario y su activismo no era del agrado de todo el mundo.
En particular, contaba con la enemistad de los sectores más conservadores y había recibido amenazas de la guerrilla del Ejército de Salvación Rohinyá de Arakán (ARSA).
"El ARSA no aprobaba sus actividades", dijo a Efe el activista de derechos humanos bangladesí Nur Khan Liton.
Las autoridades del país asiático niegan sin embargo la presencia del grupo guerrillero en su territorio, aunque han reforzado la seguridad en los campamentos de refugiados.
"Hemos desplegado policías vestidos de paisano y fuerzas especiales en los puestos de control (...) ningún incidente ha tenido lugar después del asesinato y la situación está tranquila. Esperamos que no haya más problemas", dijo a Efe el superintendente adjunto del Batallón Armado de Policía, Masud Anwar.
ORGANISMOS INTERNACIONALES PIDEN UNA INVESTIGACION
La organización pro derechos humanos Amnistía Internacional (AI) lamentó en un comunicado el asesinato de Mohibullah y afirmó que "las autoridades de Bangladesh tienen la responsabilidad de iniciar una investigación sobre su asesinato y juzgar a todos los sospechosos en un proceso justo".
La directora para el Sur de Asia de Human Rights Watch (HRW), Meenakshi Ganguly, afirmó que la muerte del líder rohinyá "socava la lucha de los refugiados rohinyás para obtener mayores derechos y protección en los campamentos de refugiados".
Unos 738.000 rohinyás llegaron a Bangladesh tras el estallido en agosto de 2017 de una campaña de persecución y violencia por parte del ejército de la vecina Birmania, que la ONU calificó de ejemplo de limpieza étnica y un posible genocidio, crímenes de lesa humanidad que investigan los tribunales internacionales.
Desde entonces, Bangladesh y Birmania han intentado hasta en dos ocasiones repatriar a los miembros de esta minoría mayoritariamente musulmana, pero estas iniciativas han fracasado debido a que se niegan a regresar hasta que se les garantice la ciudadanía y la seguridad en su tierra natal.
El golpe de Estado militar en Birmania el pasado 1 de febrero ha sembrado nuevas dudas sobre el posible retorno en un futuro próximo a sus hogares en la región birmana de Rakáin.