Según el portal Myanmar-Now, un soldado murió este sábado en un tiroteo con milicianos civiles antijunta golpista en Rangún, donde además ayer cuatro explosiones dejaron al menos dos policías muertos y varios heridos.
Otros tres militares fallecieron el viernes en un choque con milicianos de la llamada Fuerza de Defensa del Pueblo, que contó con el apoyo de miembros de la guerrilla Ejército Karenny en el estado Kayah, en el oeste del país, informó el medio Irrawaddy.
Desde poco después del golpe militar, los birmanos salen a protestar a diario en muchas ciudades del país en contra la junta militar y para pedir la liberación de los detenidos, incluida la líder civil depuesta, Aung San Suu Kyi.
Además de las protestas, huelgas y del movimiento de desobediencia civil, han surgido milicias que han tomado las armas en contra de los militares golpistas liderados por el general Min Aung Hlaing.
Algunos de los combates más sangrientos se están produciendo en la ciudad de Mindat, en el noroeste del país, donde los soldados han usado bombardeos aéreos y artillería contra una milicia antijunta y también contra objetivos civiles.
La ONU expresó ayer su alarma ante la violencia en la ciudad, situada en el estado Chin, y mostró su preocupación por las informaciones sobre los supuestos abusos de los soldados birmanos, incluido el uso de civiles como escudos humanos o agresiones sexuales contra mujeres y niñas.
El Ejército birmano, que cuenta con más de 300.000 soldados, también ha incrementado el conflicto contra varias guerrillas étnicas que han mostrado su apoyo al movimiento prodemocrático, que ha formado su propio Gobierno de Unidad Nacional alternativo.
Al menos 812 personas han perdido la vida tras el golpe a raíz de la brutal represión ejercida por las fuerzas de seguridad contra manifestaciones pacíficas, según cifras de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos, que también contabiliza más de 4.000 detenidos.
El Ejército justifica el golpe de Estado por un supuesto fraude electoral en los comicios de noviembre, en los que arrasó el partido de Suu Kyi, como ya hiciera en 2015, y que cuentan con el aval de los observadores internacionales.