“Estoy feliz de reanudar este encuentro cara a cara, porque, les digo una cosa, no es muy bonito hablar delante de nada o una cámara y ahora después de tantos meses, gracias al coraje de monseñor Leonardo Sapienza (encargado de la organización de las audiencias), estamos aquí”, dijo Francisco a los cerca trescientos fieles que hoy acudieron a este acto.
Esta audiencia se celebró en el patio de San Dámaso, en el interior del palacio apostólico, y no en la plaza de San Pedro, para reducir el número de participantes y poder observar las indicaciones sanitarias previstas.
Francisco celebró poder encontrar de nuevo a los fieles "con su propia historia, gente que viene de todas partes, de Italia, de Colombia y es algo que me gusta porque todos somos hermanos en el Señor y nos ayuda a rezar los unos por los otros", dijo.
El papa, que llegó en coche al patio y no llevaba mascarilla, se detuvo, aunque manteniendo la distancia, a hablar con los fieles, recibió regalos, diseños de niños y bendijo a una mujer en silla de ruedas que se encontraba en primera fila.
Desde octubre de 2020 las audiencias se habían celebrado con el mismo formato, pero sin fieles y en la sala de la Biblioteca del palacio pontificio.
Durante su catequesis de hoy el papa siguió reflexionando sobre la oración, como había hecho en las anteriores, y contó la historia de un padre que, pensando que iba a perder a su hija, pasó toda la noche "peleando", rezando a Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, para que hiciese un milagro: "Lo he presenciado, la oración hace milagros, porque va directa a la ternura de Dios", dijo.
Destacó que “rezar no es algo fácil. Cada vez que queremos hacerlo enseguida nos vienen a la mente muchas otras actividades, que en ese momento parecen más importantes y más urgentes” y advirtió que no se puede rezar “como un loro”.