El denominado “certificado de protección” está en el centro de un gran plan para regresar paulatinamente a la normalidad. Sin embargo, también ha despertado críticas porque, argumentan, da una falsa sensación de seguridad y resulta discriminatorio.
El Gobierno húngaro ha aliviado las restricciones cuando lidera la vacunación en la Unión Europea (UE), con el 48 % de la población adulta del país de casi diez millones de habitantes con al menos una primera dosis. El 22,6 % ha recibido ya las dos.
Los “protegidos”
Quienes hayan recibido al menos la primera dosis de alguna de las vacunas o los que se hayan curado de la covid pueden acceder a una tarjeta tipo carné llamada "certificado de protección", que les abre las puertas al regreso a la normalidad.
Desde el sábado, los húngaros que cuentan con ese documento pueden entrar en el interior de restaurantes y bares, acudir a partidos de fútbol y otros eventos deportivos sin tener que usar mascarilla, así como ir a museos, cines, zoológicos y gimnasios, entre otros lugares de ocio.
La vacunación, única arma
El primer ministro, el ultranacionalista Viktor Orbán, ha repetido en las últimas semanas que la "única arma" contra el virus es la vacunación y prometió una reapertura gradual.
Hungría fue el primer país comunitario que empezó a utilizar vacunas no autorizadas por la Unión Europea (UE), como la china Sinopharm y la rusa Sputnik V.
En el certificado de vacunación húngaro no se especifica con qué fármaco se ha inmunizado, una forma de evitar futuros problemas de movilidad en la UE para quienes han sido inmunizados con fármacos no aprobados por la Agencia Europea del Medicamento.
Críticas de expertos
Para algunos expertos en sanidad los alivios se han anunciado de forma apresurada, ya que en el país, que durante semanas ha sido el que ha tenido la mayor tasa de mortalidad de la UE, todavía hay muchos fallecimientos por la covid, 101 en las últimas 24 horas.
"Actualmente en Hungría hay cuatro millones de personas con la primera dosis y la mitad con la segunda. Los que han recibido la primera no están inmunizadas aún", subraya a Efe Gabriella Lantos, economista experta en gestión sanitaria.
Según la experta, la apertura actual tiene el peligro de que los números se disparen de nuevo ya que el documento no garantiza la total inmunidad.
Que se pueda asistir a los partidos de fútbol sin mascarilla es para Lantos "una ruleta rusa". Con todo, la mayoría de los ciudadanos han reaccionado con cautela a la reapertura del ocio durante este primer fin de semana.
Pese a que no hubo limitaciones de aforo, al partido en casa del club más popular del país, el Ferencváros, apenas acudieron 3.000 aficionados en la noche del sábado, cuando el estadio tiene capacidad para 22.000.
La ONG Unión por los Derechos Fundamentales (TASZ), una de las más críticas con el Gobierno, También argumenta que si alguien está inmunizado no hay por qué limitar su movimiento y actividades, pero quienes han recibido solo la primera dosis no lo están.
Por ello, considera discriminatorio que obtengan la tarjeta personas que todavía pueden contagiar y demandan que solo se entregue a quién ha recibido la pauta completa o haya superado la enfermedad.
"Si los que cuentan con el certificado todavía pueden contagiar, la base de diferenciación solo será la obtención de la tarjeta. Esta diferenciación es inaceptable, discriminatoria y anticonstitucional", afirma TASZ.
Ilma Császár, una profesora de inglés de Budapest que todavía no está vacunada, comparte con Efe en una terraza la impresión de que ese certificado es discriminatorio.
"El certificado te da la impresión de que estás protegido, pero tal como está ahora no es otra cosa que una discriminación", sostiene.
"No tiene sentido", agrega al recordar que el certificado no cumple su objetivo: garantizar que alguien es inmune.
ALIVIO PARA EL OCIO
Frente a esas críticas, los restaurantes y bares han recibido la reapertura, primero de las terrazas hace una semana y ahora de los interiores, con un enorme alivio.
Muchos empresarios habían advertido de que estaban al límite y que no podían soportar más tiempo sin clientes. De hecho, muchos bares y restaurantes han echado definitivamente la persiana por la pandemia y los locales cerrados proliferan en Budapest.
"Fue muy difícil la etapa en la que tuvimos que cerrar, así que la apertura ofrece una esperanza", explica a Efe Tibor Bosznai, copropietario de un restaurante y cafetería literaria con más de 100 años de historia, el Hadik.
"Tal vez se debe a eso que nuestros clientes aceptan y respetan todas las reglas. Lo importante es que paso a paso volvamos a la normalidad", afirmó.
Algunas camareras de la cafetería Vacsmacska, en el barrio de Óbuda de Budapest también mostraron alivio por poder volver a trabajar, pero lamentaron la “incomodidad” de tener que solicitar el certificado de vacunación y otros documentos oficiales a los clientes.