El hallazgo se produjo en la víspera en el Golfo de Guayaquil, cuando guardaparques del área protegida Refugio de Vida Silvestre Manglares, y del Área de Recreación Playas Villamil, dieron con el ejemplar de la especie Tursips truncatus, que era monitoreado desde hacía dos meses.
De acuerdo al Ministerio ambiental, el personal de las áreas protegidas siguió el protocolo de Atención de Varamiento y Rescate de Fauna Marina y se acercaron al delfín, a quien atendieron con una herramienta llamada arpeo, para liberarle de las sogas que encontraron enrolladas en su cola sin causarle más daño.
En un video facilitado por la Cartera de Estado se aprecia cómo los guardaparques extraen al animal del agua y cortan, no sin dificultad, el implemento de pesca que lastimaba fuertemente la aleta caudal del delfín.
Tras esto se observa la liberación del espécimen y se escuchan los gritos de alivio de los guardianes de los espacios naturales.
Los delfines nariz de botella se caracterizan por tener picos cortos y anchos, y pueden llegar a medir de 2 a 4 metros y pesar entre 150 y 650 kilos.
La población de delfines que habitan en el estuario del Golfo de Guayaquil ha disminuido cerca del 50 % en la última década, lo que coloca a estos animales en riesgo de extinción, según un estudio científico publicado el año pasado.
La investigación detallaba que mientras hace 30 años, en 1990, la comunidad de delfines en esta región costera era de 637 individuos, la población en 2020 abarcaba poco más de 30 ejemplares.
Actualmente esta especie se encuentra muy amenazada por la pesca, el tráfico marítimo, el turismo y la contaminación, que son algunos de los factores que más afectan estas zonas.
Uno de los principales riesgos que enfrentan los delfines son las artes pesqueras, sobre todo las redes de fondo, ya que estos instrumentos permanecen durante largos períodos de tiempo en el agua, por lo que si algún delfín se enreda en una de estas redes lo más probable es que se asfixie a los pocos minutos.
Asimismo, el tráfico marítimo representa una gran amenaza ya que hay una gran cantidad de embarcaciones que están en constante movimiento y sin ningún control.
El tráfico marítimo obliga a los delfines a esquivar los botes todo el día y eso hace que gasten más energía.
Según estimaciones de los investigadores, los delfines en el sector de Posorja, aledaño al Golfo de Guayaquil, podrían desaparecer en veinte años, y en el canal o estero de El Morro, en sesenta. Además, muchos de ellos podrían migrar a otras zonas.