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CIUDAD DEL VATICANO (EFE). En este año de pandemia quienes lo han sufrido particularmente han sido los niños. Sin sus amigos, encerrados en casa, sin ir al colegio, con miedo, con sus abuelos que morían sin poder despedirse... Por ello el Papa ha querido que fueran ellos los autores de las meditaciones que se leerán durante el vía crucis del Viernes Santo que celebrará en una, de nuevo, desierta plaza de San Pedro.
Jorge Bergoglio confió por primera vez la preparación de las meditaciones del vía crucis a los niños.
Las han escrito el grupo de los scout Agesci “Foligno I”, en Umbría (centro de Italia) y los que van a la parroquia romana de Santi Martiri de Uganda.
“Tú sabes que también nosotros los niños tenemos cruces, que no son ni más livianas ni más pesadas que las de los grandes, pero que son verdaderas cruces, que sentimos pesadas también de noche. Y solo Tú lo sabes y las tomas en serio. Solo Tú “, así empezará.
Los niños hablan en este via crucis, publicado por el Vaticano, sobre sus miedos y sus problemas.
“A la oscuridad y a la soledad”, o “a veces despertarme cada mañana todo mojado”, o cuando “no se consigue hablar bien, a pensar rápido o a hacer los cálculos correctos como hacen los demás o cuando me doy cuenta de que los demás se burlan de mí y me excluyen de las fiestas”.
Durante las 14 estaciones en las que se divide el camino de Jesús hacia su crucifixión y que el Papa escuchará sentado en silencio desde el sagrado de la plaza de San Pedro, los niños contarán sus experiencias y los interrogantes de su pequeño mundo: “Cuando estaba en primero de primaria, Marcos, un niño de mi clase, fue acusado de haber robado la merienda de su compañero de banco. Yo sabía que no era cierto, pero me callé, no era mi problema, y además todos lo señalaban a él como culpable. ¿Por qué tendría que haber intervenido?”, preguntarán.
Los niños también hablarán de sus madres, la necesidad de la inclusión, al contar cómo Walid, que “ni siquiera entendía el italiano”, acabó jugando al fútbol con todos los niños de barrio.
También, el sufrimiento de la muerte de sus abuelos.