Para que descargaran sus frustraciones, Eleanor Tattersfield empezó a repartir en enero a sus clientes tarjetas postales en blanco con la dirección de su papelería, Marby & Elm en Islington, escrita en un lado y espacio en el otro para su “secreto de confinamiento”.
“Pensé que sería genial, en pleno confinamiento, tener una válvula de escape para este extraño año”, explica.
El éxito fue tal que de inmediato: recibió más de 300 tarjetas en seis semanas. Ahora algunas cubren una mesa entera en la tienda. Otras están bien guardadas en cajas.
“No esperaba que el proyecto alcanzara esta magnitud” , dice Tattersfield, sorprendida por la creatividad mostrada por sus clientes en la elaboración de los mensajes.
Muchas de las tarjetas parecen obras de arte en miniatura, decoradas con collage, lentejuelas y purpurina. Pero lo más llamativo son los mensajes escritos en ellas, ya sean reconfortantes, divertidos o a veces inquietantes.
Según Eleanor, que diseñó las tarjetas ella misma, los temas más comunes son el sexo, la masturbación, la familia política, el vello corporal, los hábitos alimenticios extraños y las llamadas por videoconferencia. Pero a medida que se prolongaba el confinamiento -tercero en el Reino Unido- comenzó a notar una aprensión a la desescalada, un “miedo a abrirse”.
“No quiero salir del confinamiento”, reconoce alguien en una postal, mientras que otra dice: “lo siento, pero no extraño a ninguno de ustedes”.
Amores y tabúes
Algunos confiesan un idilio en ciernes: el autor de una tarjeta explica que envió una misiva a un “doctor bastante atractivo”, mientras que un inquilino admite que le dio a su “casero mucho más que el alquiler durante el confinamiento”.
Una mujer incluso reconoce haber sentido una “atracción impropia” por Patrick Vallance, el principal asesor científico del gobierno que con su aire de profesor universitario se convirtió en figura habitual de las ruedas de prensa televisadas junto al primer ministro Boris Johnson. Algunos amores se vieron reavivados durante este periodo: “me acordé de hasta que punto quiero a mi esposa” , dice un mensaje.
Pero el confinamiento también provocó muchas rupturas. La autora de una tarjeta decorada con fotos de juguetes sexuales explica que “no quedó más opción que mejorar sus posibilidades de placer solitario” tras su divorcio.
Algunos mensajes rompen también tabúes, especialmente sobre los lazos familiares: “papá sobrevivió al coronavirus, pero yo hubiera preferido que no” , escribió alguien.
“Fragmento formidable de historia social”
Otras tarjetas llegan incluso a confesar actos ilegales, como la falsificación de “billetes de tren por millones de libras” , o a sugerir lo peor: en una tarjeta color rosa figura la lista de los diez mandamientos con cada uno de ellos marcado como “hecho” menos el sexto, “no matarás” .
Tattersfield espera recopilar todas estas tarjetas en un libro y le gustaría presentarlas en una exposición. Asegura que ya ha recibido varias ofertas de galerías. “Puestas todas juntas, forman un fragmento formidable de la historia social”, dice.
Varios grandes museos británicos ya están tratando de documentar la época del covid-19 a través de objetos cotidianos.
El Museo de Londres, por ejemplo, pidió a los visitantes que le enviasen sus sueños y sus diarios íntimos, mientras que el Victoria and Albert Museum ha dedicado un blog a la escasez de papel higiénico que se produjo durante el primer confinamiento.