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RANGÚN (AFP). El lunes, la jornada de protestas se saldó con tres manifestantes muertos y varios heridos.
Ayer, un miembro de la LND vinculado con el gobierno civil, Zaw Myat Linn, murió durante un interrogatorio, anunció la Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP), que contabiliza 60 civiles muertos desde el golpe.
Más de 1.800 personas fueron detenidas en las últimas semanas, y cada vez se efectúan más redadas contra las oenegés, los medios de comunicación y los políticos.
Ayer, la policía allanó el medio independiente Mizzima, al que el Ministerio de Información revocó la licencia de publicación, como hizo también con otros independientes (Myanmar Now, DVB, Khit Thit y 7 Day).
Muchos de los directivos de la Liga Nacional para la Democracia también fueron detenidos y un importante dirigente local del partido perdió la vida en la represión de estas protestas.
La súplica de una monja
“¡No disparen contra los niños!”. La hermana Ann Rose Nu Twang se arrodilla, extiende los brazos en cruz y suplica a las fuerzas birmanas.
La policía y el ejército lanzan gas lacrimógeno y granadas aturdidoras para intentar dispersar a la multitud, que replica tirando proyectiles. A lo lejos, se oyen varias detonaciones.
Los manifestantes se protegen tras unas barricadas levantadas a toda prisa con chapas, paneles de madera y ladrillos.
Entre la multitud, vistiendo un hábito blanco, la monja Ann Rose Nu Twang, de 45 años, se acerca a las fuerzas de seguridad.
Se arrodilla y dos policías hacen lo mismo, juntando sus manos en señal de respeto por la religiosa. Otros, en cambio, permanecen indiferentes, según unas imágenes difundidas.
“Les supliqué que no dispararan (...), que en lugar de ello me mataran a mí. Levanté las manos en señal de perdón”, cuenta la monja.
Pero, no muy lejos de allí, otro grupo de policías empieza a disparar, recuerda.
Unas imágenes divulgadas por redes sociales muestran a manifestantes inmóviles y cubiertos de sangre. Hay uno tendido en el suelo, boca abajo, con la cabeza medio arrancada.
Estaba en medio de todo aquello y no podía hacer nada”, explica, aunque matiza: “No tenía miedo”.
Otras dos monjas llegan para apoyarla. “Paren, están torturando y matando a gente. Es por eso que la gente está enfadada y se manifiesta”, lanza una de ellas.
Tres manifestantes mueren. El martes, una de las víctimas, Zin Min Htet, ha sido enterrada y una importante multitud ha acudido a rendirle un último homenaje, reuniéndose en torno a su ataúd, cubierto de flores, y haciendo el saludo de los tres dedos, símbolo de la resistencia.
El acto de valentía de Ann Rose Nu Twang fue muy compartido en las redes sociales del país, mayoritariamente budista.