El negocio de souvenires que regentan Karam Makan y Manoj Kumar en un turístico mercado en el corazón de Nueva Delhi lleva más de medio siglo abierto y nunca se había enfrentado a una crisis como la actual, con una caída de clientes que ronda el 70 %.
“Venimos y abrimos nuestras tiendas sin clientes y sin ganancias. Tenemos que pagar la electricidad, los impuestos y a los empleados que trabaja aquí”, lamentó a Efe Makan.
Su colega Kumar asegura que “ahora apenas entran entre 10 y 20 personas en un día a la tienda (y) antes había mucha más gente alrededor, tanto si compraban como si no”, lo que les ha obligado a bajar los precios para reducir las pérdidas, que se multiplican.
Paro total
Con 1.350 millones de habitantes y un frágil sistema sanitario, el Gobierno indio optó, casi dos meses después de detectar el primer caso de coronavirus, por una medida extrema para evitar la rápida propagación de la pandemia: el confinamiento total de la población, permitiendo solo la apertura de los servicios básicos.
La medida repentina, anunciada el 24 de marzo por el primer ministro, Narendra Modi, pocas horas antes de que entrase en vigor, desencadenó de inmediato una crisis humanitaria, con cientos de miles de trabajadores migrantes que se quedaron atrapados sin dinero en las ciudades y sin la posibilidad de regresar a sus pueblos.
Muchos de ellos se echaron a la carretera, caminando cientos de kilómetros con unas pocas pertenencias encima, para verse repudiados luego en sus comunidades de origen ante el miedo de que llevasen con ellos al temido virus, del que muy poco se sabía entonces.
El estricto confinamiento, que se prolongó hasta junio, para iniciar entonces una desescalada que todavía mantiene algunas restricciones como el cierre de las fronteras a excepción de algunos vuelos internacionales, generó durante ese período una caída del Producto Interior Bruto (PIB) indio del -23,9 %.
“La India optó por el sufrimiento a corto plazo para (obtener) ganancias a largo plazo”, afirmó ayer el asesor jefe en materia económica del Ministerio de Finanzas, KV. Subramanian, al presentar los pronósticos de crecimiento para este año fiscal y el siguiente.
Según la previsión de la encuesta anual presentada ayer, el PIB indio caerá el 7,7 % en el presente año fiscal (entre abril de 2020 y marzo de 2021), seguido de un rápido repunte del crecimiento del 11 % en el año fiscal 2020-21.
Las infecciones se disparan
Al inicio de la desescalada en junio le acompañó un fuerte repunte de los casos de coronavirus, a lo que se sumó un pánico general ante esta nueva infección que llevó a colapsar muchos hospitales.
Ese miedo llegó también al Hospital de Bathalapalli de la Fundación Vicente Ferrer en el estado meridional indio de Andhra Pradesh, uno de los centros privados escogidos por el Gobierno regional para tratar a los pacientes con covid-19.
“Al principio fue bastante estresante porque hasta septiembre éramos el único hospital de la zona. (El centro) tiene una capacidad de unas 200 camas, pero llegamos a tener 400 pacientes ingresados. Trabajábamos casi las 24 horas del día”, recordó a Efe el doctor español Gerardo Álvarez-Uría, director del departamento para el tratamiento de enfermedades infecciosas del hospital.
A esta situación, añadió, se sumó la dimisión de varios miembros del personal sanitario que se negaban a tratar a pacientes con coronavirus, aunque poco a poco la situación se fue estabilizando.
Si bien la India sigue siendo la segunda nación más afectada por la pandemia, con 10,7 millones de casos solo por detrás de Estados Unidos (con casi 30 millones de infecciones), y el cuarto país con más muertes con 154.147, solo superado por EEUU, Brasil y México, los nuevos positivos se encuentran por debajo de los 20.000 desde hace semanas, lejos de los casi 100.000 diarios en septiembre.
Además la tasa de recuperación ronda el 97 %, una de las más altas del mundo, una situación que el doctor Álvarez-Uría explica, entre otros factores, por una población “mucho más joven” que otros países occidentales, con solo un 5 % de la población mayor de 65 años, y porque “la gente de la India está más predispuesta a las infecciones”.
Campaña de vacunación
A la caída total de la curva de contagios hasta mínimos de junio se suma ahora un fuerte clima de optimismo en el país con el inicio el pasado 16 de enero de la que fue definida como “la mayor campaña de vacunación del mundo”, que espera inmunizar a unas 300 millones de personas en la primera mitad del año.
En esta nueva etapa de la lucha contra la pandemia, la India se encuentra además en una posición privilegiada, ya que produce en el país dos vacunas contra el coronavirus: Covishield, del laboratorio anglo-sueco AstraZeneca y la universidad de Oxford, y Covaxin, del laboratorio indio Bharat Biotech, que está siendo utilizada pese a que la fórmula aún no ha concluido sus pruebas clínicas.
“La gente se vacunará y luego vendrá a los mercados más que ahora. Esperamos lo mejor para que el negocio comience a mejorar”, sentenció el comerciante Kumar.